miércoles, 11 de noviembre de 2009

Filos, fiolos y pejotas













 escribe Oberdán Rocamora



Si Kirchner, como gobernador, con mil cien millones de dólares en el bolso, no fue capaz en los noventa de diseñar, para Santa Cruz, ningún proyecto de desarrollo, nadie podía esperar que, como presidente, en los dos mil, con cinco años de “crecimiento a tasas chinas”, atenuara, aunque sea un poco, la pobreza.
Por lo menos, podía haberse esforzado para no multiplicarla.
En realidad, en los cinco años desperdiciados, Kirchner se dedicó a administrar la pobreza humanitariamente rentada. Con el objetivo de controlar la calle.
Lejos de controlarla, la calle sólo la comparte. Con una izquierda, también rentada, que hoy lo desborda.

Inversión de riesgos
Como idea fuerza, como precepto básico, el control de la calle surge como una premisa sensata. Sabiamente fundamentada.
La evaluación de inteligencia más elemental indica que, en los últimos años, los desalojos institucionales del poder, en el subcontinente, nada tuvieron que ver con la tradicional conspiración militar.
Cayeron una sucesión de gobiernos constitucionales. Pero cayeron como consecuencia de la acción desestabilizadora de la calle ocupada.
En Bolivia, en Ecuador. Sin ir más lejos en la Argentina. Donde la calle, tendenciosamente estimulada, se cargó -podría decirse-, la fragilidad del gobierno del solitario De la Rúa. Y el interinato intenso del apasionado Rodríguez Saa.
Por lo tanto, la inversión social es preventiva de riesgos.
Para atemperar los efectos devastadores del pobrerío movilizado.
Entonces la inversión instalaba algo más gravitante que la facilidad del “clientelismo”. Concepto peyorativamente utilizado por los espantados prejuiciosos. Los que carecen de la menor idea acerca de qué hacer, en definitiva, con “los negros”.
La creciente marginalidad se impone como el mayor desafío para los sociólogos. Sobre todo en un país donde no suele tomarse la “población” como problemática. Estudiado, científicamente, en organismos internacionales como la Unesco, por ejemplo en la Conferencia de Estambul, o en la de Bucarest. O en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, en El Cairo, 1994. Ampliaremos.

Capital del colapso
La inversión social, del jactancioso “modelo”, permitía la ficción de contener la pobreza. Cuando, tan solo, irresponsablemente se la administraba.
Mientras tanto, florecía el conglomerado de las “organizaciones sociales” filo kirchneristas. Y otras, frontales fiolas del kirchnerismo. Representativas, en general, filos y fiolas, del padecimiento rentado.
La versión material de esta pobreza, socialmente organizada, muy pronto iba a colisionar con los cuadros estructurados del Partido Justicialista. De la provincia que cuenta, la de Buenos Aires. Patéticamente ocupada por la marginalidad que paradójicamente invade -en el estricto sentido del término-, la capital del colapso. Artificio autónomo.
La acción de uno, o sea la organización social, filo del kirchnerismo, competía, invariablemente, con las atribuciones de caja del otro, por ejemplo del minigobernador del conurbano bonaerense.
Sobre todo en los primeros tiempos del cuaderno nuevo.
Cuando Kirchner prefería construir el poder, que se le prestaba, desde la recursiva transversalidad. Donde se tornaban indispensables los sellos filos de goma. Pero con instrumentos rentados, también, de otros partidos. Izquierdistas fiolos de descarte, que se anexaban a la complejidad del digno pobrerío que recreaba su propia cultura. Se sumaba a las organizaciones, a través del estipendio casi humillante, y del relativo compromiso de intercambio, al subirse a menudo al colectivo, para participar de marchas, u obturantes concentraciones. Por reclamación de “puestos de trabajo genuino”.

Transversalizados
La fragilidad transversal le sirvió, de todos modos, a Kirchner, para desalojarlo a Duhalde, en el 2005. Para perforarle el aparato “pejotista” de la provincia. Junto a los seducidos sectores independientes, que hoy se encuentran en banda, y hasta adhirieron al Caudillo Popular Francisco De Narváez. Junto a Randazzo, el Killer que aún persiste, tristemente domesticado, y Solá, que previsiblemente ya partió. Algo desorientado, tal vez, por la dificultad para encontrar nuevos referentes a los que unirse, para volver después a abandonarlos.
Pero el 2005 marcó -para Consultora Oximoron- el punto más alto de la epopeya kirchnerista.
Los transversales de plástico le sirvieron, a Kirchner, para conquistar el poder.
Pero pronto Kirchner se dio cuenta que no les resultaban útiles para mantener el poder conquistado.
En adelante, en otra decisión audaz, Kirchner, en otra voltereta, se borocotea. Pero al revés. Para erigirse en el jefe de aquellos minigobernadores desesperados que había sabido derrotar.
Por lo tanto se consagra como el hombre fuerte del aparato partidario que pretendía acabar.
Para erigirse, Kirchner, como el nuevo Padrino. Después de haber perforado al Padrino anterior. Como La Elegida había calificado a Duhalde.
Sólo con el apoyo político de los apadrinados, Kirchner podía elevarse. Para postergar, ineludiblemente, las apetencias de las organizaciones rentadas que colaboraron en la instalación.
Los antiguos transversalizados, por detrás, debían conformarse con las migajas del presupuesto que derivaban en panes. En recursos. Meros glucolines que les facilitaba, a Kirchner, la proeza de mantenerlos adentro. En la bolsa, pendientes de su bolso estatal. Pero sin evitar la desconfianza extraordinaria entre los sectores. El partidario, o sea el de los pejotas pragmáticos. Y el piqueteril, en versión filo k.
Ambos debían convivir porque dependían, en el fondo, de la distribución de los glucolines del Estado que controlaba Kirchner. Quien los manipulaba, y les daba aire, alternativamente, a uno, para postergar al otro.

Zurditos
Pero Kirchner se equivocó al suponer que los batallones desperdigados, integrados por las organizaciones filos, le garantizaban el control de calle. Porque, como se dijo al principio, a través del kirchnerismo rentado compartía la calle.
Los Filos con los Fiolos.
Con la izquierda consolidada que había armado sus propias organizaciones sociales. Con disidencias internas que tenían que ver con distintos enfoques interpretativos de Trotsky, o de Mao Tse Tung. Dos emblemas que se habrían sorprendido, junto al absorto Lenin, con los avances que lograban los zurditos argentinos, ataviados de pobres.
Los zurditos que portaban palos y nunca podrían conmoverse con ningún discurso de La Elegida. Mientras cumplían el objetivo que ningún revolucionario del siglo veinte pudo siquiera imaginar.
Ser subvencionados por el Estado que se proponían, desde la acción militante y la idea, exterminar.
Pero los revolucionarios rentados, superadores financieros de Pol Pot, de Stalin y del Ché, aparte de compartir la calle, se apoderaban, en elecciones democráticas, de las comisiones internas de las usinas más gravitantes. Mientras los sindicalistas del peronismo, los pejotas sin hambre, dormían la siesta de los medicamentos.
Y triunfaban los zurditos, además, en los centros de las universidades, con muchachos espléndidamente esclarecidos que proponían la unidad de acción, con los proletarios. En el corte, en el piquete, en las marchas que colapsan, definitivamente, la ciudad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Todos somos caníbales










Escribe Claude Lévi-Strauss




Para los amerindios y para la mayoría de los pueblos que durante mucho tiempo no conocieron la escritura, el tiempo de los mitos se identificó con la época en que los hombres y los animales no eran totalmente distintos entre sí y podían comunicarse unos con otros.
Hacer coincidir el inicio de los tiempos históricos con la torre de Babel, con el momento en que los hombres perdieron el uso de un lenguaje común y dejaron de entender al otro, a estos pueblos les habría parecido como aceptar una visión singularmente estrecha de las cosas.
El final de la armonía primitiva, según ellos, ocurrió en el contexto de un escenario mucho más grande y afligió, no sólo a los seres humanos, sino a todos los seres vivos.
Incluso hoy en día, parece que todavía está en nosotros la conciencia confusa de la solidaridad entre todas las formas primitivas de vida.
Nada parece tan importante como el hecho de dar un sentido de esta continuidad, desde su nacimiento, o casi, en el espíritu de nuestros niños. Los rodeamos de simulacros de animales de espuma o de peluche, y los primeros libros que les ponemos ante los ojos les muestran, mucho antes de que los vean, el oso, el elefante, el caballo, el asno, el gato, el perro, el gallo, la gallina, la rata, el conejo, etc. como si fuera necesario inculcar a nuestros niños, desde temprana edad, la nostalgia de una unidad que pronto reconocerán perdida.
Por ello, no es sorprendente el hecho de que la matanza de seres vivos con fines alimentarios plantee a los hombres, ya sean conscientes o no, un problema filosófico que todas las sociedades han tratado de resolver.
El Antiguo Testamento lo convierte en una consecuencia indirecta de la caída original. En el jardín del Edén, Adán y Eva se alimentaban de frutos y semillas (Génesis I, 29). Recién a partir de Noé el hombre se volvió carnívoro (IX, 3).
Es significativo que la ruptura entre el hombre y los otros animales preceda inmediatamente a la historia de la Torre de Babel y a la separación de los hombres entre sí, como si ésta fuera la consecuencia o un caso particular de aquello.
Este tipo de concesión hace que el consumo de carne sea una suerte de enriquecimiento de una dieta vegetariana.
Por el contrario, algunos pueblos sin escritura creen ver en la dieta carnívora una nueva forma atenuada de canibalismo. Humanizan la relación entre el cazador (o el pescador) y su presa, concebida en términos de una relación de parentesco, como un pacto de matrimonio, o más directamente, como una relación entre cónyuges (asimilación facilitada por el parentesco que todas las lenguas del mundo instituyen entre el acto de comer y el de copular). La caza y la pesca aparecen como una especie de endo-canibalismo.
Otros pueblos, a veces incluso los mismos, creen que la cantidad de vida en cada momento en el universo siempre debe estar equilibrada. El cazador y el pescador que se roban una parte, por así decirlo, deberá reembolsarla a expensas de su propia perspectiva de vida.
Esta es también una manera de ver el comer carne como una forma de canibalismo: de autocanibalismo en este caso, porque, según su concepción, aún creyendo que comen a otro se están autodevorándose.
Hace unos tres años, a propósito de la epidemia “de las vacas locas ", que entonces no era de actualidad como lo es hoy, en un artículo del 10/11 octubre 1993 “Todos somos caníbales”, le explicaba a los lectores de La República que las enfermedades donde el hombre a veces era una víctima - kuru en Nueva Guinea, los nuevos casos de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob en Europa (tras la administración de extractos de cerebro humano para tratar los problemas de crecimiento) - estaban vinculados a las prácticas relativas, en el sentido real, al canibalismo, después de lo cual fue necesario ampliar el concepto para incluirlas a todas.
Y resulta que ahora nos enteramos de que la enfermedad que afecta a las vacas en la mayoría de países europeos (la enfermedad representa, para el consumidor, un alto riesgo de mortalidad) se ha transmitido a través de la comida de origen bovino con la cual se alimentaba al ganado.
Por tanto, es una consecuencia de la transformación de estas vacas en caníbales, transformación operada por el hombre siguiendo un modelo que en la historia tiene, por su parte, precedente.
Textos de época afirman que durante las guerras de religión que ensangrentaron la Francia del siglo XVI, los parisinos hambrientos se vieron forzados a comer pan de harina de huesos humanos, extraídos de las catacumbas y molidos.
El vínculo entre la alimentación de carne y el canibalismo, se expandió hasta darle una connotación universal; por lo tanto tiene, en el pensamiento, raíces muy profundas. Retorna al primer plano con la epidemia de la enfermedad de las vacas locas porque, al miedo de contraer una enfermedad mortal, se agrega el horror que tradicionalmente nos inspira el canibalismo, ahora ampliado a la ganadería.
Pese a estar condicionados desde la primera infancia y acostumbrados a recurrir a sustitutos de la carne, ciertamente seguimos siendo caníbales.
Sin embargo, es un hecho que el consumo de carne ha disminuido dramáticamente. Pero ¿cuántos de nosotros, mucho antes de estos acontecimientos, no podíamos caminar frente al mostrador del carnicero sin sentir náuseas y malestar general, mirándolo ya, con anticipación, bajo la óptica de los siglos futuros?.
De hecho llegará el día en que la idea de que la gente en el pasado para la alimentación haya podido criar y masacrar a seres vivos y después exponer con placer su carne a tiras en las vidrieras, sin duda inspirará la misma repulsión que las comidas caníbales de los salvajes americanos, australianos o africanos inspiraban a los viajeros del siglo XVI o XVII.
La moda creciente de los movimiento en defensa de los animales lo atestigua: más y más claramente se percibe la contradicción a que nuestros hábitos nos están obligando, entre la unidad de la creación, que aún se manifiesta en la coexistencia del Arca de Noé, y su negación por el Creador mismo a la salida de Arca.

Entre los filósofos, Auguste Comte es probablemente uno de los que han prestado más atención al problema de la relación entre "hombre y animal". Lo hizo de una forma que los comentaristas han preferido ignorar, como una de las extravagancias con la que este gran genio a menudo se abandonaba.
Sin embargo, este es un lujo que merece cierta atención.
Comte dividió a los animales en tres categorías. En la primera están los que, de una manera u otra, son para el hombre un peligro y propone simplemente exterminarlos.
En una segunda categoría reúne a las especies protegidas y criadas por el hombre para la alimentación: bovinos, porcinos, ovinos, aves de corral ... Después de milenios, el hombre ha hecho tan profundas transformaciones que ya no pueden siquiera ser llamados animales. Ellos deben verse como los «laboratorios de nutrición" en los cuales se elaboran los componentes orgánicos necesarios para nuestra supervivencia.
Si bien Comte excluye por lo tanto esta segunda categoría de la animalidad, por otra parte, integra la tercera categoría en la humanidad.
En esta última clase, recoge las especies gregarias entre las cuales el hombre recluta sus compañeros de trabajo e incluso, a veces, a sus colaboradores activos: todos animales "cuya inferioridad mental se ha exagerado mucho”.
Algunos de ellos, como los perros y los gatos son carnívoros. Otros, debido a su naturaleza de herbívoros, no tienen nivel intelectual suficiente para que sean utilizables.
Comte proyecta transformarlos en carnívoros, lo que, a su entender, es muy posible. Como en Noruega, que cuando falta forraje, se acostumbra alimentar al ganado con pescado seco.
De esta manera, dice Comte, se logrará llegar a algunos herbívoros a los más altos grados de perfección que la naturaleza animal prevé. Al ser más inteligentes y más activos en la nueva dieta, estarán más dispuestos a apegarse a sus amos, a comportarse como agentes de la humanidad. Usted puede dar a ellos sobre todo la tarea de controlar las fuentes de energía y la maquinaria, dejando a los hombres libres para otras tareas.
Utopías, por supuesto, reconoce Comte, sin embargo, no más que la transmutación de los metales, el origen de la química moderna.
La aplicación de la idea de la transmutación a los animales, ampliaría la utopía del orden material al orden de la vida.
Un siglo y medio después, estas ideas resultan proféticas desde muchos puntos de vista, aunque revelen, por otra parte, un aspecto paradójico.
Es cierto que el hombre provoca, directa o indirectamente, la desaparición de innumerables especies y que otras están gravemente amenazadas por su culpa.
Basta pensar en los osos, lobos, tigres, rinocerontes, elefantes, ballenas, etc. además de las especies de insectos y otros invertebrados que, debido a la degradación causada por el hombre en el medio ambiente natural, desaparecen día a día.
Profética es también, hasta el punto de que incluso no podría haber imaginado Comte, la imagen que muestra a los animales, de los que el hombre come sin piedad, reducidos a la condición de nutrientes de laboratorios. La crianza de ganado vacuno, cerdos, pollos ofrece el ejemplo más terrible. En este sentido, el Parlamento Europeo recientemente ya manifestó su compasión.
Profética, entonces, es la idea de que los animales en la tercera categoría concebida por Comte se convertirán en colaboradores activos de los hombres, como lo demuestra hoy en día, las tareas encomendadas a los perros de la policía, cada vez más diversas, el uso de monos especialmente entrenados para ayudar a los niños discapacitados, las nuevas expectativas que nos abren los delfines.
La transformación de los herbívoros en carnívoros es también profética, el drama de las vacas locas lo prueba, aunque en este caso, las cosas no han sucedido como esperaba Comte.
En primer lugar, la transformación que hemos hecho tal vez no sea tan original como se cree. Se ha argumentado que los rumiantes no son en verdad herbívoros porque se alimentan principalmente de microorganismos que, a su vez, se alimentan de plantas que causan la fermentación en un estómago particularmente adecuado.
Por encima de todo, esta transformación se llevó a cabo en beneficio de los animales que Comte llamó auxiliares activos del hombre, pero a expensas de lo que él llamó “trabajadores nutritivos” : error grave contra el cual advirtió, porque, dijo, el exceso de animalidad sería perjudicial. Perjudica no sólo a sí mismos, sino también a nosotros: confiriendo precisamente a los heríboros un exceso de animalidad (no tanto debido a su transformación en carnívoros sino, además, en caníbales).
Sin duda, involuntariamente, transformamos a nuestros “trabajadores nutritivos” en trabajadores mortíferos.
La enfermedad de las vacas locas no ha llegado todavía a todos los países. Italia, creo, se ha mantenido hasta ahora casi inmune. Quizás pronto se olvide: ya sea porque la epidemia se extingue, como predicen los expertos británicos, o porque se descubrirán nuevas vacunas o tratamientos; o porque una política de estricto cuidado de la salud preventiva asegurará la buena salud de los animales destinados a la masacre.
Sin embargo, otros escenarios son previsibles.
Existe la sospecha de que, a diferencia de la idea que tenemos, la enfermedad puede cruzar las fronteras entre las especies biológicas y golpear a todos los animales que comemos. Podría tener éxito en el largo plazo y tener un lugar entre los males de la civilización industrial y poco a poco afectar más y más la satisfacción de las necesidades de los seres vivos.
Ya respiramos aire contaminado. Demasiado contaminada, el agua ya no es, como se creía, un bien disponible en cantidad ilimitada: sabemos que está racionada, tanto para la agricultura como para fines domésticos. Desde que el SIDA ha hecho su aparición, las relaciones sexuales implican un riesgo mortal. Todos estos fenómenos profundamente inquietantes perturban la vida de la humanidad, anunciando una nueva era en la que se podría argumentar como una simple consecuencia, otro peligro para la vida, el comer carne.
No sólo este factor, por otra parte, podría obligar al hombre a alejarse de ella. En un mundo donde la población mundial probablemente se duplicará en menos de un siglo, el ganado y los otros animales de la granja pasan a convertirse para el hombre en serios competidores.
Se estima que en los Estados Unidos, dos tercios de los cereales producidos se utilizan para alimentarlos. Y no olvidemos que estos animales nos proporcionan, en forma de carne, muchas menos calorías de las que ellos consumieron durante su vida (la quinta parte, me han dicho, en el caso de un pollo).
Una población humana en expansión pronto necesitará para sobrevivir toda la producción de cereales actual: nada quedará para la nutrición de ganado y aves de corral, de modo que todos los seres humanos deberán seguir su dieta  copiando la de los indios y los chinos, en la que la carne de los animales cubre sólo una fracción de las proteínas y calorías necesarias.
Es posible que tenga que renunciar a ella completamente porque, mientras la población aumenta, la superficie de la tierra cultivable se reduce debido a la erosión y la urbanización y las reservas de hidrocarburos y los recursos de agua disminuyen.
En contraste, los expertos estiman que si la humanidad se convierte al vegetarianismo, las áreas bajo cultivo podría alimentar a una población el doble de la actual.
Es singular el hecho de que en las sociedades occidentales el consumo de carne tiende a caer de forma espontánea, como si estas sociedades ya comenzaran a cambiar de dieta alimentaria.
En este caso, al disuadir a los consumidores de carne, la epidemia de la enfermedad de las vacas locas no haría sino acelerar una evolución en curso. Agregaría solo un elemento místico, identificable al difuso sentimiento de que nuestra especie está pagando por haber infringido el orden de la naturaleza.
Los agrónomos se encargarán de aumentar el valor proteico de las plantas alimenticias y los químicos de producir proteínas sintéticas en cantidades industriales.
Pero incluso si la encefalitis espongiforme (nombre erudito de la enfermedad de las vacas locas y otras estrechamente relacionadas), se establece en forma permanente, no es seguro que el apetito por la carne necesariamente desaparecerá.
Sin embargo, la satisfacción se convertirá en una empresa cara y llena de riesgos.
Japón sabe algo similar con el fugu, pez de la orden de los tetrodóntidos, de un exquisito sabor, dicen, pero que, cuando no es vaciado correctamente, puede ser un veneno mortal.
La carne se mostrará en el menú en circunstancias excepcionales. Se consumirá con la misma mezcla de reverencia piadosa y ansiedad que, de acuerdo a los antiguos viajeros, caracterizaba a las comidas caníbales de algunos pueblos.
En ambos casos, se trata al mismo tiempo de comunicarse con los antepasados y de incorporar, a su propio riesgo, la sustancia peligrosa de los seres vivos que han sido y se han convertido en enemigos.
Al no ser rentable, la cría desaparecerá totalmente y la carne, adquirida en negocios de gran lujo, provendrá exclusivamente de la caza. Nuestros antiguos rebaños, abandonados a sí mismos, contituirán una caza mayor, como tantos otros animales y poblarán una campaña de vuelta en el medio silvestre.
Por lo tanto, podemos decir que la expansión de una civilización que reclama el mundo, están obligados a respetar el planeta. El hacinamiento, como lo vemos hoy, en las grandes aglomeraciones urbanas como provincias, la población humana, más ampliamente distribuida, dejará libre otros espacios.
Abandonadas por sus habitantes, estos espacios volverán a las condiciones antiguas, aquí y allá las más extrañas formas de vida derivarán en hábitat. En lugar de crear monotonía, la evolución de la humanidad acentuará los contrastes, creará otros nuevos, restaurando el reino de la diversidad.
Con la ruptura de hábitos de miles de años, ésta será la lección de sabiduría que un día, tal vez, aprenderemos de la enfermedad de las "vacas locas".


(La República - 24 de noviembre de 1996 Page 28 Sección: Cultura)

domingo, 18 de octubre de 2009

Fuimos Maradona




Señor Diego, mantenga su palabra. Fije día y hora, un lugar más o menos discreto, y varios millones nos pondremos en cola para ejercer la succión que usted comanda.



Por Martín Caparrós



Es duro haber sido maradona. A todos nos sucede: lo hemos sido. Durante muchos años, la escena se repitió en los lugares más variados, con interlocutores tan distintos, con los acentos más diversos:

–Where are you from?

Me preguntaron tantas veces y, cuando les contestaba que argentino, se quedaban mirándome. En Asia y África y Oceanía –por ejemplo– la Argentina existe muy poquito y mi respuesta provocaba, la mitad de las veces, una sola respuesta: ajá. O sea: la lógica ignorancia. Para la otra mitad –para los que sabían– el remate se repetía invariable:

–Ah, argentino… ¡Maradona!

Era impresionante: no se me ocurre ningún otro caso de país tan uniformemente sintetizado, definido por la figura de un señor. El vocabulario global pronuncia muy pocas palabras argentinas: tango ya tiene casi un siglo y después, además de maradona, la única voz que le dimos al mundo es el neologismo desaparecido. El jugador Maradona apareció en el momento justo en que la televisión empezaba a llevar el fútbol a los confines más lejanos: miles de millones de chinos, rusos, indios, africanos que nunca oyeron hablar del gaucho, de Evita, de Gardel, y que no relacionan a Guevara con el país donde nació, han visto a Maradona cacheteando pelotas –y es lo que saben de nosotros. “Alguna vez terminaremos de aceptar”, escribí hace unos años, “que para dos o tres mil millones de personas la Argentina y los argentinos –todos los argentinos, las vacas, las montañas, los presidentes, los violadores fugitivos, el novio de tu hermana, aquel triciclo, los inmigrantes bajando de los barcos, el cielo de humahuaca, el peronismo, la esquina de carabobo y cucha cucha, la marcha de san lorenzo, tu futuro, los ovejeros belgas y hojitas y sánguches de miga, las pastillas refresco, tlön uqbar orbis tertius, este papel manchado– no somos nada más o nada menos que la confusa nube de pedos que aureola la pierna izquierda del Gran Diez. El mundo está lleno de personas que nunca oyeron hablar de la Argentina pero sí de Maradona; el mundo está lleno de otras personas que sólo oyeron hablar de la Argentina porque oyeron hablar de Maradona. En el mundo –para todos los que no son vecinos o europeos con parientes o tercermundistas más o menos cultos–, la Argentina somos él. Digo: para miles de millones de personas somos él. Es un destino. Supongo que podría ser mejor. Y podría ser, también, mucho peor. Era un modelo complicado: peleador, simpático, quejoso, drogón, desaforado, ingenioso, creído, ilimitado, machista, popular, oportunista, cálido, cursi, inteligente. Fue difícil adaptarse a la idea de que los argentinos éramos eso, pero hicimos todo lo que pudimos”, decía, y entonces era cierto. Ahora menos: este año, por ejemplo, en varios países africanos, la escena se terminó distinto:

–Ah, Argentina. Yes, sure, Messi, Messi.

Es todo un cambio de cultura. Y debe ser difícil. A mí, sin ir más lejos, me indignaba un poco: no, yo no soy Messi, Argentina no es Messi. Es duro ya no ser maradona; me imagino lo difícil que debe ser para un tal Diego Armando.
Es duro para todos: nos habíamos acostumbrado, y nos gustaba. Durante muchos años fuímos él porque éramos rehenes de su belleza. Lo que hacía Maradona en una cancha de fútbol era tan desmedido, tan inesperado, tan extraordinario que era normal que lo que hiciera afuera lo fuera también –y que lo aceptáramos o celebráramos como pequeñas partes de un gran todo. Fue un artista notable –alguien que hace distinto lo que muchos hacen parecido– y ya hace más de un siglo que nuestras sociedades aceptan que los artistas tienen ciertos privilegios o, por lo menos, que sus actos no deben ser medidos con la vara general: si crean hechos o gestos que exceden los límites de lo pensado, ¿por qué tendrían que mantener sus vidas dentro de esos límites? Maradona se acostumbró a ese criterio, y lo sigue empleando. El problema es que ya hace muchos años que Maradona dejó de ser un artista.
Ahora el señor Maradona es un trabajador mediocre al que le salen las cosas más o menos mal, una nota hecha de información errónea y temblores sintácticos, una foto movida subexpuesta, un bife que llega a la mesa hecho una suela. Digo: un señor que en un año no ha conseguido armar un equipo que juegue a algo –que por eso le pagan. Un señor que supo poner incómodos a todos los demás con sus gestos y actos y que, desde que tomó este trabajo, vaciló y falló como muy pocos. Un señor que consiguió que ya nadie le crea: que dice que está pensando renunciar y a los dos días pregunta de dónde sacaron que está pensando renunciar. O, mucho peor, un señor que consiguió que ya no le crean ni sus subordinados: que busca a un jugador, le dice que es el mejor de todos y que lo va a tener siempre en su equipo y a las dos semanas lo desdeña. O sea, un señor que no sabe lo que hace: que busca a alguien y días después se da cuenta de que se había equivocado. Un señor que lleva un año sin poder ir a su lugar más aficionado –la cancha de Boca– por miedo a que miles de personas lo puteen: hablemos de fracasos.
(Y encima el morbo: si yo fuera un autor de thrillers malos –películas de verano americano cerca de un lago con rubia tetona y morocha tetona y asesino cosido de costurones verdes– me divertiría como un perro armando una historia en que el viejo maestro en decadencia –digamos, un director de orquesta, que siempre queda un poco misterioso– se ve, por esas ironías del destino, obligado a ser el que ayude a su sucesor a terminar de hundirlo en el pasado: el que le ponga el último clavo a su cajón. Y contaría cómo, por una serie de razones, el viejo maestro no puede negarse a su función –que, en un punto, incluso lo atrae: dejar un heredero es, al mismo tiempo, saber que uno se ha terminado y que no todo se termina con uno– y trata de cumplirla pero algo más fuerte que él lo lleva a desviarse, a ponerle al heredero obstáculos cada vez más visibles, a proponerle instrumentos defectuosos, partituras que no le convienen hasta que, al fin, aquella noche de tormenta, termina empujándolo por el acantilado porque no puede con su naturaleza y no soporta la idea de volverse historia.)
Es duro ya no ser maradona. Nos pasa a todos: ya no somos porque él ya no es. Si es duro para todos, me imagino lo difícil que debe ser para un tal Diego. Pero él, el señor Diego Armando Maradona, a quien esto le pasa en grado sumo, tanto más que a cualquiera de nosotros, eligió pensar que a él no le pasa sino que que hay unos hijos de puta que dicen que le pasa: los periodistas, muy en particular, y millones de argentinos más en general. La culpa es del relato, dice. Cuando era un artista no necesitaba explicarnos que lo que hacía era lo que era, porque se veía; ahora trata de explicarnos que lo que hace no es lo que es, pero se ve. Lo vemos: vemos el espanto futbolístico de su equipo. No precisamos que nadie nos lo cuente ni lo pensamos porque nos lo cuenten; lo vemos, como lo veíamos –si no éramos tontos entonces, no lo somos ahora. Pero el señor Diego dice que es puro cuento y por eso mandó a los que lo cuentan y a los demás que lo critican –a todos nosotros– a chupársela o, incluso, mamársela. Yo creo, señor Diego, que si usted lo dice sabe por qué lo dice, y sólo quiero pedirle que se haga cargo de sus palabras. Nos pidió –nos ordenó– que se la chupáramos; aquí estamos, dispuestos a tomar sus órdenes como deseos o algo así. Sólo queda que usted fije día y hora, un lugar más o menos discreto –dentro de lo que cabe–, y varios millones nos pondremos en cola para ejercer, de uno en fondo, esa succión que usted comanda. Quizá nos lleve días o semanas: valdrá la pena complacerlo. Será nuestro último homenaje, por los buenos viejos tiempos. Después, si sobrevive usted a tanto respeto –ya no creo que podamos considerarlo amor–, olvídenos, vayase por favor adonde pueda y permítanos recordarlo como era cuando era maradona.
Digo: no siga destruyendo su memoria.

( Crítica de la Argentina - 16.10.2009)

jueves, 24 de septiembre de 2009

La lógica amigo-enemigo

En el afán por sobrevivir a la “irracionalidad” de la Argentina actual, cuando nadie sabe cuantas equivocaciones todavía van a cometerse, los que intentan encontrarle una “razón” a la acción política del kirchnerismo, ya sea para justificarla como para atacarla, hacen uso de los más variados manuales ideológicos.
En ese esfuerzo, quizás estéril, descubren a un casi desconocido y complejo autor, “nacionalista” para algunos, “estatista” para otros, el “teólogo político” y “converso” al nazismo Carl Schmitt.




El criterio amigo-enemigo en Carl Schmitt
María Concepción Delgado Parra(Maestra en Estudios Políticos y sociales
de la Universidad Nacional Autónoma de México
)


El objetivo de este ensayo es mostrar cómo la persecución de lo político en Schmitt conduce a una 'deconstrucción' del espacio liberal a través del criterio amigo-enemigo el cual aparece como condición sine qua non de lo político. Asimismo, se pretende identificar, a través de la distinción amigo-enemigo, al concepto de lo político fuera de las arenas institucionales y con ello establecer su carácter ubicuo y desterritorializado. Lo político no visto ya como una referencia específica a un objeto, sino como una relación de oposición que se caracteriza, fundamentalmente, por la intensidad, la hostilidad y por la posibilidad extrema de la guerra.[1]

I. La persecución de 'lo político' en Schmitt[2] y la deconstrucción del espacio liberal
La historia de la modernidad ha sido representada por Schmitt como una tragedia; la considera una época de decadencia y de ruina, como el momento en que lo político se desdibuja frustrando la promesa del orden. Así, la valentía de su miedo, como señala Derrida, hizo que descubriera la fragilidad de las estructuras liberales, dotándonos con ello de elementos en contra de la 'despolitización', "Como si el miedo de ver venir lo que viene efectivamente hubiese agudizado la mirada de este centinela asediado"[3]. En su obra es posible distinguir una aguda preocupación por la desaparición de lo político y, en su afán de persecución, por recuperarlo, nos hereda un modelo que permite imaginar nuevas formas de identificación y sobrevivencia de lo político.

El planteamiento teórico de Carl Schmitt inevitablemente obliga a volver la mirada hacia la historia y reflexionar sobre la función que ha tenido el Estado en relación con lo político. Hasta antes de la aparición del liberalismo[4] en el siglo XIX, lo político se había podido explicar a partir de su relación con el Estado. Desde el punto de vista de la jurisprudencia, mientras el Estado y sus instituciones estuvieron constituidas como algo firme, lógico y natural, pudo mantener el monopolio de lo político[5]. Con el surgimiento de las democracias parlamentarias liberales se inició un proceso de contaminación recíproca entre el Estado y la sociedad civil, sus fronteras se volvieron borrosas y lo político dejó de formar parte exclusivamente de la esfera del Estado. Algunas instancias estatales se volvieron sociales y visceversa, "los ámbitos 'neutrales' –religión, cultura, educación, economía–, dejaron de ser naturales en el sentido de no estatales y no políticos"[6]. En este proceso surgió el Estado Total con sus intentos de abarcarlo todo: Estado y sociedad. Estos sucesos fueron eliminando la posibilidad de lo político al desdibujar la relación de oposición que permitía su existencia. El 'desplazamiento borroso' de lo político comienza a darse a partir del siglo XVIII con el Estado Absolutista, pasando por el Estado Natural (no intervencionista) del siglo XIX, hasta llegar al Estado Total del siglo XX[7]. En este sentido, el liberalismo es señalado por Schmitt como el que impide la distinción y la existencia de lo político, al volver 'porosas' las fronteras que existían entre el Estado y la sociedad, además de intentar disolver la oposición amigo-enemigo al reducir a este último, a ser un simple competidor del mercado y un oponente en la discusión[8].

Al tocar su fin la época de la estatalidad[9], se vuelve imprescindible re-conocer el concepto de lo político que había sido circunscrito al Estado y desentrañar tanto el lugar donde aparece como los nuevos vínculos que establece. El concepto sobrevive, lo que cambia es su ubicación. Tal vez por esta razón Schmitt inicia su persecución con el siguiente enunciado: "El concepto de Estado presupone el de político."[10] Esta afirmación sugiere que lo político no presupone necesariamente el concepto de Estado, por lo que ello implicaría que, aunque en algunos momentos de la historia ha formado parte únicamente del terreno del Estado, puede sobrevivir fuera de él[11].

Esto muestra una primera definición de lo político[12] como una decisión constitutiva y polémica. Constitutiva porque su nueva forma exige la configuración infinita de los pueblos alrededor de una identidad (en la esfera pública), para oponerse y construirse frente a otros pueblos; y, polémica, porque en ella se establece una agrupación, dentro y fuera de las arenas estatales, con vistas a un antagonismo concreto entre amigos y enemigos que se manifiesta en una relación de hostilidad[13]. Lo político deja de ser monopolio del Estado. En este proceso de dislocación de lo político-estatal se observa un salto de la estructura cerrada a una no cerrada en la que se ubica un centro que no escapa al juego infinito de las diferencias[14]. Lo político, paradójicamente, estará dentro del terreno institucional del Estado pero también fuera de él.

De esta manera Schmitt plantea que "Se puede llegar a una definición conceptual de lo político sólo mediante el descubrimiento y la fijación de las categorías específicamente políticas. Lo político tiene, en efecto, sus propios criterios que actúan de manera peculiar frente a diversas áreas concretas, relativamente independientes, del pensamiento y de la acción humana, en especial del sector moral, estético y económico. Lo político debe por esto contener y alguna distinción de fondo a la cual pueda ser remitido todo el actuar político en sentido específico. Admitamos que en el plano moral las distinciones de fondo sean bueno y malo; en el estético, belleza y fealdad; en el económico, útil y dañino o bien rentable y no rentable. El problema es entonces si existe un simple criterio de lo político, y dónde reside; una distinción específica, aunque no del mismo tipo que las distinciones precedentes, sino más bien independiente de ellas, autónoma y válida de por sí"[15].

Señalo de manera total esta cita porque considero que de aquí se desprenden varias cuestiones que permiten identificar en Schmitt la articulación del concepto de lo político. Cuando subraya la necesidad de descubrir y fijar las categorías específicamente políticas, está apuntando en su planteamiento un criterio de decisión y, por consecuencia, un criterio de discriminación. Si estos criterios corresponden a formas concretas y peculiares que actúan de manera relativamente independiente de otras acciones humanas, significa que están construidos de manera a priori con el fin de alejarlos de toda impureza. De ahí concluye que la distinción específica, aquella a la que pueden reducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción amigo-enemigo[16]. Esta distinción, que se configura como la esencia de lo político, permite identificarlo a partir de un criterio y no como una definición exhaustiva. Sugiere también que es un concepto polémico y no estático, y que su relación con otras oposiciones ya existentes –bueno y malo, belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio–, también es cambiante. Lo político no visto como algo que se ubica en un espacio espefíco, sino en relación con la oposición amigo-enemigo. La verdadera especificidad de lo político está dada por el hecho de que no se funda en ninguna otra distinción y tampoco puede reducirse a ninguna de ellas.

Al hablar de un concepto y no de un cuerpo específico, histórico, Schmitt sumerge a lo político en el tiempo y en las circunstancias dándole vida. Rompe los esquemas de ubicación fijos. Abandona la totalidad racionalizadora en la que lo político estaba referido al monopolio del Estado, a un centro. Al definir el criterio amigo-enemigo como la esencia de lo político, lo 'fija en el movimiento'. Lo político sale y a su vez permanece en el espacio institucional de la política, aparece la doble inscripción de lo político. La idea abstracta de 'distinción' se disuelve, para reaparecer constantemente en relaciones diferentes.




II. El criterio amigo-enemigo como distinción específica del concepto de "lo político"
El criterio amigo-enemigo, planteado por Schmitt como una expresión de la necesidad de diferenciación, conlleva un sentido de afirmación de sí mismo (nosotros), frente al otro (ellos). Así pues, es posible observar el contenido positivo de la relación amigo-enemigo como conciencia de la igualdad y de la otredad, la cual se define marcando al grupo entre los que se distinguen de los otros con base en ciertos referentes. La diferencia nosotros-ellos establece un principio de oposición y complementariedad. La percepción que un grupo desarrolla de sí mismo en relación con los otros es un elemento que al mismo tiempo que lo cohesiona, lo distingue. La posibilidad de reconocer al enemigo implica la identificación de un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia. Pero, ni la identificación con/del enemigo, ni el sentimiento de pertenencia, ni la misma posibilidad de la guerra que le dan vida a la relación amigo-enemigo son inmutables. Antes bien, se encuentran sometidos a variaciones continuas, es decir, no están definidos de una vez y para siempre.

Schmitt argumenta que la esencia de lo político no puede ser reducida a la enemistad pura y simple, sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo. El enemigo no puede pensarse en términos de cualquier competidor o adversario, como lo planteaba el liberalismo, ni tampoco como el adversario privado (inimicus). La oposición o antagonismo de la relación amigo-enemigo se establece si y sólo si el enemigo es considerado público (hostis)[17]. "Enemigo es sólo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, de acuerdo con una posibilidad real se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo público, pues todo cuanto hace referencia a un conjunto tal de personas, o en términos más precisos a un pueblo entero, adquiere eo ipso carácter público"[18].

El término 'eventualidad' remite a la posibilidad latente de la guerra que aún antes de iniciar ya está presente en la relación remarcar el concepto de analogía como condición fundamental entre los dos grupos que se oponen, es posible pensar que el hermano es el que se revela como el enemigo. Por último, si como señala Derrida, el enemigo está en casa, en la familiaridad del propio hogar,[19] se puede adivinar la presencia y la acción del enemigo, ya que se constituye como la proyección y el espejo del propio amigo, incluso es más que su sombra: no hay representación, es real, está aquí y ahora, se puede identificar y nombrar. Pero si ambos se albergan en la misma casa significa que 'aprendieron a convivir', y la hostilidad que definía la relación entre ellos de pronto desapareció cuando el enemigo decidió marcharse. Ahora solamente está presente en la memoria, se recuerda, se añora y se habla de él. Cuando Schmitt habla del grado máximo de intensidad de unión o separación entre el amigo y el enemigo[20] está exigiendo el regreso del enemigo, lo nombra para traerlo nuevamente a casa y de esta manera re-abrir el espacio de la hostilidad que reclama ambas presencias. El amigo y el enemigo están aterrados en la soledad, uno apela al otro, sin olvidar nunca que la llegada del otro puede también ser peligrosa.

Hay un enorme parecido entre el amigo y el enemigo; son hermanos, gemelos y, sin embargo, también subyace en ellos una esencia que los hace existencialmente distintos en un sentido particularmente intensivo: '¿quién decide por quién?' Responder a esta pregunta es lo que los lleva, quizás, al punto más extremo de su relación ya que se podría generar un conflicto.[21] ¿Existe alguien, fuera de ellos, que pueda intervenir en la decisión del conflicto? Schmitt responde a esta cuestión diciendo que sólo es posible intervenir en la medida en que se toma partido por uno o por otro, cuando el tercero se convierte en amigo o enemigo. De ahí que el conflicto sólo pueda ser resuelto por los implicados, pues sólo a ellos les corresponde decidir si permiten su domesticación o visceversa como una forma de proteger su forma esencial de vida.[22] Sin embargo, este punto de vista de Schmitt se verá modificado cuando aborda el término de neutralidad como se verá más adelante.

El criterio amigo-enemigo implica la autonomía de la oposición y se concibe en relación a cualquier otra dotada de consistencia propia. Esto muestra el rasgo específico y polémico de lo político. Es posible amar al enemigo en la esfera privada y en la esfera pública desarrollar el antagonismo político más intenso hasta el extremo de la guerra.[23] Schmitt hace una importante distinción con respecto a la guerra, dentro del criterio amigo-enemigo. La guerra es una lucha entre dos unidades organizadas y la guerra civil es la lucha dentro de una unidad organizada.[24] La finalidad de la lucha, lo esencial en el concepto del armamento es que se trata de producir la muerte física de las personas. De esta manera, la esencia de la oposición amigo-enemigo la explica a partir de la intensidad máxima de su relación, la esencia de la lucha, no es la competencia, ni la discusión, sino la posibilidad de la muerte física. La guerra procede de la enemistad y tiene que existir como posibilidad efectiva para que se pueda distinguir al enemigo.[25] En este sentido, la guerra no es entendida por Schmitt como la extensión pura de la política por otros medios como señalaba Clausewitz,[26] sino como el presupuesto presente que determina el pensamiento y la acción. Sin embargo sí hay un punto de coincidencia en ambos autores cuando afirman que la finalidad de la guerra no es anular al enemigo, sino desarmarlo, domesticarlo, para que se rinda ante el opositor en la relación.[27]

La domesticación no obliga a la neutralidad con el otro, ya que como señala Schmitt, "Si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra sino que se habría acabado la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política […] Lo decisivo es pues siempre y sólo la posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha real, así como la decisión de si se da o no se da ese caso[28]. La oposición amigo-enemigo no tiene pues, como fundamento, la neutralidad, sino la posibilidad del enfrentamiento, lo que hace excepcional la oposición amigo-enemigo es la posibilidad particularmente decisiva que pone al descubierto el núcleo de las cosas. Y justamente, es esta referencia a la posibilidad extrema de la vida la que hace posible la existencia de lo político. Es por esta razón que no se puede pensar en la neutralidad como el fin último del hombre ya que esto significaría la pacificación y la desaparición de lo político.[29] El fenómeno político sólo se dará en la medida en que se agrupen amigos y enemigos, independientemente de las consecuencias extrañas que esto pueda generar, "La guerra como el medio político extremo revela la posibilidad de esta distinción entre amigo-enemigo que subyace a toda forma de representarse lo político"[30].

Para concluir este apartado es necesario plantear dos preguntas, ¿por qué Schmitt elige la distinción amigo-enemigo, en los términos planteados anteriormente, si la vida y la muerte son fenómenos individuales? ¿Será, tal vez, que la distinción amigo-enemigo permite crear un imaginario colectivo en términos de vida y muerte? Luego, entonces, si el único sentido de la pasión son los eternos modificables, como dice Maffesoli,[31] la vida y la muerte del imaginario colectivo se inscriben en el ámbito de la pasión. La distinción amigo-enemigo tiene en sus extremos la distinción entre la vida y la muerte.




III. Desaparición del espacio certero de lo político

La argumentación realizada en los apartados anteriores permite vislumbrar algunos elementos que conducen a la idea de la noción de ubicuidad y desterritorialización de lo político. Al construir Schmitt el criterio amigo-enemigo como forma esencial del concepto de lo político y desentrañar lo político del terreno estatal, permite abandonar la idea de referir lo político únicamente a las arenas institucionales. Si lo político ha dejado de referirse a un espacio para ubicarse en una relación de oposición, significa que toda relación está sujeta a ser politizable, con lo cual lo político adquiere las características de estar presente en varios sitios a la vez y de habitar en diversos territorios.

Schmitt permite imaginar una nueva forma de pensar lo político al plantear que el rasgo que lo distingue es la relación de oposición amigo-enemigo, sin límite asignable, sin tierra segura y tranquilizadora. Tal vez pueda ubicarse en un mundo que ya no puede mantenerse unido, que se disloca, que ya no se cierra y que está más cercano a la incertidumbre, al caos y a la contingencia. Un mundo al cual se pertenece sin pertenecerle.[32]



V. ¿Anulación del otro, anulación de lo político?
Para Schmitt lo político no existiría sin la figura del enemigo y sin la posibilidad determinada de una verdadera guerra. La desaparición del enemigo marcaría el comienzo de la despolitización, el fin de lo político.[33] Perder al enemigo no significaría reconciliación o progreso y mucho menos recuperación de la paz o de la fraternidad humana, sino por el contrario, traería consigo la violencia desterritorializada y ubicua. El enemigo permite la identificación de la violencia, el reconocimiento del peligro y por lo tanto la posibilidad de la defensa, de la protección y de la tranquilidad. El reconocimiento del otro, del extranjero, del enemigo, permite la construcción de la identidad política.

En el criterio amigo-enemigo, Schmitt reconoce implícitamente que la construcción del enemigo es fundamental para la reproducción histórica, cultural y moral del amigo y de su sentido peculiar del mundo, del centro, del conocimiento, del poder. Reconoce el hecho de que nombrar es poseer y domesticar es extender el dominio. El amigo está dispuesto a reconocer las diferencias del enemigo en la medida en que permanezcan dentro de su dominio, de su conocimiento y de su control.

Este ensayo oscila entre 'lo que es' y el 'como si' de lo político, pero si como señala Schmitt, el concepto de Estado presupone el de político y la existencia de lo político tiene su esencia en la relación amigo-enemigo, ambas cuestiones se vuelven polémicas y contradictorias. Si por un lado lo político ha existido en el liberalismo, a pesar de haberle abierto la puerta al enemigo para despedirlo de casa y a cambio darle la bienvenida al 'discutidor-competidor', sugiere que puede existir fuera del estricto ámbito del estado; apelando a la propuesta de Schmitt, hay que re-pensarlo de otra manera en el marco de lo que lo distingue: la ubicuidad y la desterritorialización. Por el otro, la idea de ubicar a lo político en la relación amigo-enemigo y no en un espacio, conduce a la conclusión de que lo político es el resultado de un imaginario colectivo que lo ha visto morir y a su vez lo ha revivido a lo largo de la historia; todo el tiempo lo reconstruye a partir de la idea de que el hombre tiene que atravesar y restaurar, parte a parte, la existencia y la carne. Es decir, lo político, como el concepto que a fuerza de morir, ha acabado ganando una inmortalidad real.[34]

Marzo de 2001



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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

[1] Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999, p 60.
[2] Tomo el término 'persecución' del título del libro Persecución y arte de escribir y otros ensayos de filosofía política de Leo Strauss. "El cometido de Schmitt está determinado por el hecho del fracaso del liberalismo. De este fracaso se infiere que el liberalismo ha denegado lo político". (Cfr. Strauss, Leo. Persecución y arte de escribir y otros ensayos de filosofía política, Edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1996, p 32.) La despolitización, necesaria para el desarrollo moderno, produce en Schmitt la necesidad de recuperar lo político como el elemento 'ordenador' capaz de otorgar una solución coherente y exhaustiva, rigurosa y necesaria a la cuestión de la rectitud en la conducta humana y del orden social. (Cfr. Hobbes, Thomas. Leviatán, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, pp 108-109.) Estos argumentos me hicieron identificar el planteamiento teórico de Schmitt como la persecución 'angustiante' de lo político.
[3] Derrida, Jacques. Políticas de la amistad, Editorial Trotta, Madrid, 1998, p 102.
[4] Para Schmitt el liberalismo es la expresión teórica de los intereses de la burguesía, la cual pretende controlar y dividir el poder del Estado, hasta convertirlo simplemente en un instrumento de su dominación económica. (Cfr. Serrano Gómez, Enrique. Consenso y Conflicto, Paidós Sociedad y Economía, España, 1999, p 53).
[5] Schmitt, Carl. Op. cit, p 53.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid, p 58.
[9] Ibid, p 40.
[10] Ibid, p 49.
[11] Vale la pena señalar que esta conclusión pareciera ser contradictoria en términos de lo que planteaba Schmitt, ya que en su obra recupera la idea de un Estado capaz de ejercer el monopolio de lo político como una forma de implantar el orden social. Sin embargo, al decir que "el Estado presupone lo político", está ofreciendo argumentos para pensar lo político más allá de los espacios institucionales.
[12] Schmitt utiliza la definición de lo político como una arma de lucha en contra de la visión liberal de la sociedad y de las consecuencias que ésta tiene en la práctica política. Considera que el Estado Absolutista es el único capaz de ejercer el monopolio de lo político y con ello de pacificar a la nación. (Cfr. Gómez Serrano, Enrique. Consenso y conflicto. Schmitt, Arendt. Ediciones Cepcom, México, 1998, p 52.)
[13] Ibid, p 62.
[14] Derrida, Jacques. La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona, 1989, p 385.
[15] Schmitt, Carl.. El concepto de lo "político", Folios ediciones, México, 1984, pp 22-23. Esta cita la tomé de otra edición porque consideré que la traducción era más clara.
[16] Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999, pp 56.
[17] Cuando Schmitt dice que el enemigo tiene que ser público, está haciendo una crítica fuerte al pensamiento liberal en el sentido de que éste se encuentra bloqueado en el tema de la política, pues su individualismo le impide comprender la formación de las identidades colectivas. (Cfr. Mouffe, Chantal. El retorno de lo político, Paidós Estado y Sociedad, Barcelona, 1999, p 168.)
[18] Ibid. p 58.
[19] Derrida, Jaques. Políticas de la amistad, Editorial Trotta, Madrid, 1998, p 197.
[20] Schmitt, Carl. Op. Cit., Alianza Editorial, Barcelona, 1999, p 59.
[21] Ibid, p 57.
[22] El concepto de decisión en Schmitt tiene puntos de coincidencia con el planteado por Clausewitz, en el sentido de que nadie puede decidir el término de un conflicto amigo-enemigo, sino uno de los dos bandos; uno de los dos dejará de actuar bajo una sola razón, la de aguardar un momento más propicio para actuar y esto sólo lo puede asumir uno de los dos bandos ya que esto corresponde únicamente a la naturaleza opuesta de los dos bandos: si a uno le conviene actuar al otro le conviene aguardar. Esta espera latente de actuar y aguardar hace que la oposición amigo-enemigo no tenga nunca reposo. (Cfr. Clausewitz, Karl Von. De la Guerra, Rescates Need, 1998, Buenos Aires, p 31.)
[23] Ibid. p 59.
[24] Ibid, p 62.
[25] Ibid, p 63.
[26] Clausewitz, Karl Von. De la Guerra, Rescates Need, Buenos Aires, 1998, p 41.
[27] Ibid, p 21.
[28] Schmitt, Carl. Op. Cit., Alianza Editorial, Barcelona, 1999, pp 64-65.
[29] Schmitt marca dos significados del término de neutralidad, uno negativo y otro positivo; el primero, se relaciona con la no intervención, con el desinterés, con la tolerancia pasiva y con la igualdad para todos, esta forma de neutralidad, para él, reduciría al Estado a una instancia sin contenido, al convertirse en un simple instrumento burocrático. En el segundo, aparecen los significados 'positivos' del concepto los cuales favorecen la toma de decisiones. Considera que puede existir una neutralidad que sea susceptible de concebir un sentido objetivo, no egoísta de las cosas, que sea capaz de abarcar la unidad y la totalidad de las agrupaciones antagónicas y por lo tanto relativizar en su seno el antagonismo; y por último, que pueda mantenerse al margen e intervenir, como un tercero, en caso de necesidad, para dar cauce a una decisión y lograr de esta manera la unidad. (Cfr. Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Barcelona, 1999, pp 125-130.) En este punto su planteamiento teórico se revierte al tratar de encontrar una esencia última que le permita justificar la idea de que el Estado, a través de la normatividad, es el único que podría asumir una presencia por encima de la relación amigo-enemigo y establecer el orden subyacente. Y justamente esta neutralidad normativa es la que vuelve inaceptable el planteamiento de Schmitt, ya que el anhelo racionalista de una unidad social basada en el consenso racional es profundamente antipolítica, al ignorar el lugar decisivo de las pasiones y los efectos de la política, como dice Mouffe, "No se puede reducir la política a la racionalidad, precisamente porque la política indica los límites de la racionalidad" (Cfr. Mouffe, Chantal. El retorno de lo político, Paidós Estado y Sociedad, España, 1999, p 160).
[30] Ibid, p 65.
[31] Maffesoli, Michel. La política y su doble. Instituto de Investigaciones Sociales, Colección Pensamiento Social, México, 1992, p 1.
[32] Derrida, Jaques. Políticas de la amistad, Op. Cit., pp 98-99.
[33] Ibid, p 103.
[34] Artaud, Antonin. El teatro y su doble, Editorial Hermes, México, 1987 p 102.

lunes, 3 de agosto de 2009

Coetzee analiza a Beckett

El escritor sudafricano reflexiona sobre la correspondencia del dramaturgo irlandés, cuyo primer tomo acaba de publicarse.
Con un espíritu detectivesco, emulando al propio Beckett, Coetzee trata de averiguar a través de sus cartas, cuál es la verdadera identidad y desde dónde escribe el autor de Molloy, El innombrable y Esperando a Godot.
















Las cartas íntimas de Beckett

Por: J. M. Coetzee

En 1923 Samuel Barclay Beckett, de diecisiete años de edad, ingresó al Trinity College de Dublín para estudiar lenguas romances. Dio muestras de ser un alumno extraordinario y un profesor de francés, Thomas Rudmose-Brown, lo tomó bajo su protección e hizo todo lo que pudo por impulsar la carrera del joven, para lo cual, cuando éste se recibió, le consiguió primero unas clases como profesor visitante en la prestigiosa Ecole Normale Supérieure de París y luego un puesto docente en el Trinity College. Después de un año y medio en Trinity, desempeñando lo que calificó de "grotesca comedia docente", Beckett renunció y volvió a París. A pesar de ello, Rudmose-Brown no abandonó a su protegido. En 1937 seguía intentando que Beckett volviera a la vida académica y lo convenció de postularse para la docencia de italiano en la Universidad de Ciudad del Cabo. "Puedo decir sin exagerar", escribió en una carta de recomendación, "que además de contar con un sólido dominio académico de las lenguas italiana, francesa y alemana, (el Sr. Beckett) tiene una creatividad notable." Mas adelante agregaba: "El Sr. Beckett tiene un adecuado conocimiento de la lengua provenzal antigua y moderna". Beckett sentía verdadero aprecio y respeto por Rudmose-Brown, un especialista en Racine que además estaba interesado en el panorama literario francés contemporáneo. El primer libro de Beckett fue una monografía sobre Proust (1931), que, si bien tenía por objeto ser una introducción general a ese nuevo escritor, parece más el ensayo de un estudiante de grado avanzado que trata de impresionar a su profesor. El propio Beckett tenías grandes dudas respecto del libro. Al releerlo, se "preguntaba de qué hablaba", según le confió a su amigo Thomas McGreevy. Parecía ser "un equivalente distorsionado de algún aspecto o una confusión de aspectos de mí mismo (...) vinculado de alguna manera a Proust. (...) No es que me importe. No quiero ser un profesor." Lo que más le desagradaba a Beckett de la vida académica era la enseñanza. Día tras día, este hombre joven y taciturno tenía que enfrentar en el aula a los hijos e hijas de la clase media protestante de Irlanda y convencerlos de que Ronsard y Stendhal eran dignos de su atención. "Era un profesor muy impersonal", recordó uno de sus mejores alumnos. "Decía lo que tenía que decir y luego abandonaba el aula. (...) Creo que se consideraba un mal expositor, lo cual me entristece, ya que era muy bueno. (...) Lamentablemente, muchos de sus alumnos coincidían con él." "La idea de volver a enseñar me paraliza", le escribió Beckett a McGreevy desde Trinity en 1931, en momentos en que era inminente el comienzo de un nuevo semestre. "Creo que viajaré a Hamburgo en cuanto cobre el cheque de Pascuas (...) y tal vez tenga el valor de no volver." Pasó un año más antes de que encontrara ese valor. "Claro que probablemente vuelva con paso cansado y la cola enroscada en mi pene destruido", le escribió a McGreevy. "O tal vez no lo haga." Las clases en el Trinity College fueron el último empleo regular de Beckett. Hasta que estalló la guerra, y en cierta medida también durante la guerra, vivió de una renta derivada de la herencia de su padre, que murió en 1933, y de ocasionales ayudas de su madre y su hermano mayor. Los dos trabajos de ficción que publicó en la década de 1930 –los relatos More Pricks Than Kicks (1934) y la novela Murphy (1938)– le aportaron algo en concepto de derechos. Casi siempre andaba escaso de fondos. La estrategia de su madre, como le dijo a McGreevy, era "tenerme corto para que pudiera sentir la tentación de buscar empleo". Los artistas independientes como Beckett solían prestar mucha atención a la paridad cambiaria. Después de la Primera Guerra Mundial, el franco barato hizo de Francia un destino atractivo. El flujo de artistas extranjeros, entre ellos estadounidenses que vivían de remesas de dólares, convirtieron el París de los años 20 en la sede del modernismo internacional. Cuando el franco subió, a principios de la década del 30, los visitantes se fueron. Sólo se quedaron los exiliados a ultranza como James Joyce. Las migraciones de artistas sólo se relacionan en términos muy generales con las fluctuaciones de la paridad cambiaria. De todos modos, no es casual que en 1937, luego de una nueva devaluación del franco, Beckett se encontrara en posición de abandonar Irlanda y volver a París. El dinero es un tema recurrente en sus cartas, sobre todo hacia fin de mes. Sus cartas desde París están llenas de nerviosas descripciones de lo que puede y no puede permitirse (habitaciones de hotel, comidas). Si bien nunca pasó hambre, su existencia era una versión elegante de la vida al día. Los únicos gastos personales en que incurría eran libros y pinturas. En Dublín pide 30 libras prestadas porque no puede resistirse a comprar una pintura de Jack Butler Yeats, hermano de William Butler Yeats. En Munich compra las obras completas de Kant en once tomos. No podemos entender de forma instantánea qué significan en términos actuales 30 libras en 1936, como tampoco los 19,75 francos que un joven alarmado tuvo que pagar por una comida en el restaurante Ste. Cécile el 27 de octubre de 1937, pero tales gastos tenían gran importancia para Beckett, una importancia hasta emocional. En un volumen que tiene elementos editoriales tan ricos como esta nueva edición de su correspondencia, sería bueno contar con más guías respecto de equivalencias monetarias. También sería útil que disminuyera el grado de discreción en lo que toca a cuánto recibía Beckett de la administración de la herencia de su padre . Entre los empleos que Beckett contempló se encontraban: trabajo de oficina (en la firma de análisis cuantitativo de su padre); enseñanza de lenguas (en una sede de Berlitz en Suiza); docencia escolar (en Bulawayo, Rhodesia del Sur); redacción publicitaria (en Londres); pilotaje de aviones comerciales (en los cielos); interpretación (francés-inglés); y administración de una propiedad rural. Hay indicios de que habría aceptado el puesto en Ciudad del Cabo si se lo hubieran ofrecido (no lo hicieron). A través de contactos en lo que entonces era la Universidad de Buffalo, también desliza que miraría con buenos ojos una propuesta de esa institución (no llegó). La carrera por la que más se inclinaba era el cine. "Me gustaría ir a Moscú y trabajar un año con Eisenstein", le escribe a McGreevy. "Lo que aprendería trabajando a las órdenes de alguien como Pudovkin", agrega una semana después, "es a manejar una cámara, los principales trucos del montaje, etc., de todo lo cual sé tan poco como de análisis cuantitativo." En 1936 llega a mandarle una carta a Serguei Eisenstein: "Le escribo (...) para solicitarle se considere mi ingreso a la Escuela Estatal de Cinematografía de Moscú. (...) No tengo experiencia de trabajo en estudio y, naturalmente, es en los aspectos de guión y montaje en los que estoy más interesado. (...) Le ruego me considere un cineasta serio, digno de ingresar a su escuela. Podría quedarme por lo menos un año." A pesar de no recibir respuesta, Beckett le informa a McGreevy que "probablemente vaya (a Moscú) pronto." ¿Cómo tomar los planes de estudiar guión en la URSS en las profundidades de la noche stalinista: como una asombrosa ingenuidad o como una imperturbable indiferencia a la política? En la era de Stalin, Mussolini y Hitler, de la Gran Depresión y de la Guerra Civil Española, las referencias a los asuntos mundiales en las cartas de Beckett pueden contarse con los dedos de una mano. No cabe duda de que, en términos políticos, el corazón de Beckett estaba del lado correcto. Su desprecio por los antisemitas es evidente en las cartas que escribe desde Alemania. "Si hay una guerra", le informa a McGreevy en 1939, "me pondré a disposición de este país": "este país" era Francia, y Beckett era ciudadano de Irlanda, que era neutral. (De hecho, llegaría a arriesgar la vida en la Resistencia francesa.) Sin embargo, la cuestión de cómo debería gobernarse el mundo no parecía interesarle mucho. En vano se recorren sus cartas en busca de reflexiones sobre el papel del escritor en la sociedad. Cita una frase de su filósofo favorito, el cartesiano de segunda generación Arnold Geulincx (1624-1669), lo que sugiere cuál es su posición general en relación con el plano político: ubi nihil vales, ibi nihil velis , que podría interpretarse como: No hay que invertir esperanzas ni anhelos en un ámbito en el que no se tiene poder. Sólo cuando surge el tema de Irlanda, Beckett se permite expresar una opinión política. Si bien McGreevy era un nacionalista irlandés y un católico devoto, y Beckett un cosmopolita agnóstico, rara vez permitían que la política o la religión se interpusieran entre ellos. Sin embargo, un ensayo de McGreevy sobre Jack Butler Yeats lleva a Beckett a un arranque de furia. "Tratándose de un ensayo de tal brevedad, los análisis social y político son más bien extensos", escribe. "Tuve casi la impresión (...) de que tu interés se desviaba del hombre hacia las fuerzas que lo formaron. (...) Pero tal vez eso (...) sea culpa de (...) mi incapacidad crónica para entender como parte de cualquier proposición una frase como 'el pueblo irlandés', o para imaginar que a éste alguna vez le importó un carajo alguna forma de arte, (...) o que alguna vez fue capaz de un pensamiento o un acto a excepción de los actos y pensamientos rudimentarios que le embuchaban los curas y los demagogos al servicio de los curas, o que alguna vez le va a importar (...) que hubo una vez en Irlanda un pintor llamado Jack Butler Yeats." 2 Las cartas de Beckett están llenas de comentarios sobre obras de arte que vio, música que escuchó, libros que leyó. Algunos de los primeros de esos comentarios no son más que tonterías, sentencias de un principiante soberbio, como por ejemplo: "Los cuartetos de Beethoven son una pérdida de tiempo". Entre los escritores que tienen que soportar su cáustica ironía juvenil se encuentran Balzac ("La banalidad de estilo & pensamiento [de Cousine Bette ] es tan enorme que me pregunto si escribe en serio o como parodia") y Goethe ("sería difícil crear algo más desagradable" que su drama Tasso ). Aparte de incursiones en el ámbito literario de Dublín, su lectura tiende a concentrarse en los muertos ilustres. De los novelistas ingleses, Henry Fielding y Jane Austen cuentan con su favor, Fielding por la libertad con que interviene como autor en sus relatos (una práctica que el propio Beckett adopta en Murphy ). Ariosto, Sainte-Beuve y Hölderlin también reciben su aprobación. Uno de sus entusiasmos literarios más inesperados es Samuel Johnson. Impresionado ante el "rostro demente aterrado" del retrato de James Barry, en 1936 se le ocurre la idea de convertir la historia de la relación de Johnson con Hester Thrale en una obra teatral. No es el gran pontificador de la Vida de Boswell el que le interesa, como surge de las cartas, sino el hombre que luchó toda su vida contra la indolencia y la depresión. En la versión de Beckett de los acontecimientos, Johnson se instala con Hester –mucho menor que él– y su esposo cuando ya es impotente y, por lo tanto, está condenado a ser un "gigoló platónico" en el ménage a trois . Primero sufre la desesperación "del amante que no tiene con qué amar"; luego se le parte el corazón cuando el marido se muere y Hester se va con otro hombre. "La mera existencia es tanto mejor que la nada, que más vale existir, incluso con dolor", dijo el Dr. Johnson. La Hester Thrale del proyecto dramático de Beckett no logrará entender que un hombre puede preferir amar sin esperanzas que no sentir nada en absoluto, por lo que no podrá reconocer la dimensión trágica del amor que siente Johnson por ella. En el hombre público seguro que en privado lucha contra la indiferencia y la depresión, que considera que vivir no tiene sentido, a pesar de lo cual no puede afrontar la aniquilación, Beckett detecta un espíritu afín. Sin embargo, luego de una primera emoción respecto del proyecto de Johnson, su propia indolencia se impone. Pasan tres años antes de que ponga manos a la obra, y abandona el trabajo por la mitad del Acto I. Antes de descubrir a Johnson, el escritor con el que Beckett se identificaba era el activo y productivo James Joyce. Sus primeros trabajos, según admite con alegría, "apestan a Joyce". Pero Beckett y Joyce intercambiaron muy pocas cartas. La razón es simple: en los períodos en que se sintieron más cerca (1928-1930, 1937-1940) –cuando Beckett se desempeñó como secretario ocasional y empleado general de Joyce–, ambos vivían en la misma ciudad, París. Entre esos dos períodos, su relación fue más tensa y no se comunicaron. La causa de esa tensión fue la forma en que Beckett trató a Lucia, la hija de Joyce, que se sintió deslumbrada por él. Si bien le alarmaba la evidente inestabilidad mental de Lucia, Beckett permitió, para vergüenza suya, que la relación se desarrollara. Cuando por fin dio un corte a la situación, Nora Joyce se puso furiosa y lo acusó –con cierta razón– de aprovecharse de la hija para tener acceso al padre. Es probable que para Beckett no haya sido malo que lo expulsaran de ese peligroso territorio edípico. Cuando se reincorporó, en 1937, para ayudar en la corrección de pruebas de Work in Progress (luego Finnegans Wake ), su actitud en relación con el maestro se hizo menos tensa, más amable. A McGreevy le confía: "Joyce me pagó 250 fr. por unas 15 hs. de trabajo con las pruebas. (...) ¡Luego lo complementó con un sobretodo viejo y 5 corbatas! No lo rechacé. Es mucho más simple ser lastimado que lastimar." Y dos semanas después: "(Joyce) estuvo sublime anoche y condenó con gran convicción su falta de talento. Ya no siento que la relación sea peligrosa. No es más que un ser humano adorable." La noche después de escribir esas palabras, Beckett tuvo una pelea con un desconocido en una calle de París y lo apuñalaron. Poco faltó para que el cuchillo ingresara a los pulmones. Beckett tuvo que pasar dos semanas en el hospital. Los Joyce hicieron todo lo que pudieron para ayudar a su joven compatriota: lo trasladaron a una clínica privada y le llevaban flanes. La noticia de la agresión llegó a los diarios irlandeses, y la madre y el hermano de Beckett viajaron a París para acompañarlo. Entre otras visitas inesperadas, Beckett recibió la de una mujer que había conocido años antes, Suzanne Deschevaux-Dumesnil, que llegaría a convertirse en su compañera y luego en su esposa. El período posterior a la agresión, que le contó a McGreevy con cierta confusión, parece haberle revelado a Beckett que no estaba tan solo en el mundo como le gustaba pensar. Lo más curioso es que pareció confirmarlo en la decisión de hacer de París su hogar. Si bien la producción literaria de Beckett durante los doce años que cubren estas cartas es relativamente escasa –la monografía sobre Proust; una primera novela, A Dream of Fair to Middling Women , de la que renegó y que no se publicó mientras vivió; los relatos More Pricks Than Kicks ; Murphy ; un libro de poemas; algunas reseñas de libros–, dista de encontrarse inactivo. Lee mucha filosofía, desde los presocráticos hasta Schopenhauer. Escribe sobre Schopenhauer: "Un placer (...) encontrar un filósofo que puede leerse como un poeta, con una completa indiferencia por las formas a priori de verificación." Trabaja con gran intensidad en Geulincx, leyendo su Ethics en el original en latín: sus notas se descubrieron y publicaron hace poco junto con una nueva traducción al inglés. Una relectura de Thomas à Kempis da lugar a páginas de autoanálisis. El peligro del inmovilismo de Thomas para alguien que, como él, carece de fe religiosa ("Por lo que parece, nunca tuve ni la más mínima capacidad ni disposición para lo sobrenatural"), es que puede confirmarlo en un "aislacionismo" que, paradójicamente, no se relaciona con Cristo sino con Lucifer. ¿Pero es justo tomar a Thomas como un guía puramente ético, despojándolo de toda dimensión trascendental? En su propio caso, ¿cómo un código ético puede salvarlo de los "sudores & temblores & pánicos & rabias & rigores & estallidos de corazón" que sufre? "Durante años fui infeliz, de forma consciente & deliberada", sigue diciéndole a McGreevy en un lenguaje notable por su estilo directo (atrás quedaron las bromas crípticas y los falsos galicismos de las primeras cartas). "Me aislé más & más, hice menos & menos & me presté a un crescendo de desprecio de los demás & de mí mismo. (...) En todo eso no había nada que me resultara mórbido. El sufrimiento & la soledad & la apatía & las burlas eran los elementos de un índice de superioridad. (...) No fue sino hasta que esa forma de vida, o más bien de negación de la vida, desarrolló esos aterradores síntomas físicos, que dejó de ser posible insistir en la misma, que tomé conciencia de que había algo mórbido en mí." La crisis a la que alude Beckett, los crecientes sudores y temblores, habían comenzado en 1933, cuando, tras la muerte de su padre, su propia salud, física y mental, se deterioró hasta un punto en que su familia se preocupó. Sufría palpitaciones cardíacas y tenía ataques de pánico nocturnos tan agudos que su hermano mayor tenía que dormir con él para calmarlo. Durante el día se quedaba en su cuarto con el rostro vuelto hacia la pared, negándose a hablar, negándose a comer. Un médico amigo había sugerido psicoterapia, y su madre ofreció pagar el tratamiento. Beckett aceptó. Dado que la práctica del psicoanálisis aún no era legal en Irlanda, se trasladó a Londres, donde se convirtió en paciente de Wilfrid Bion, que era unos diez años mayor que él y en ese momento hacía prácticas terapéuticas en el Tavistock Institute. En el período 1934-1935 se reunió con Bion varios centenares de veces. Si bien sus cartas revelan poco sobre el contenido de las sesiones, indican que Beckett lo respetaba. Bion se concentró en la relación de su paciente con la madre, May Beckett, que le despertaba ataques de ira, pero de la cual era incapaz de separarse. Beckett decía que no lo habían dado bien a luz. Con la guía de Bion, consiguió hacer una regresión a lo que en una entrevista que concedió en sus últimos años calificó de "recuerdos intrauterinos" de "sentirme atrapado, de estar aprisionado sin poder escapar, de gritar para que me dejaran salir, pero sin que nadie oyera, sin que nadie escuchara." Los dos años de análisis tuvieron éxito en la medida en que liberaron a Beckett de sus síntomas, si bien éstos amenazaban con reaparecer cuando visitaba la casa familiar. En una carta a McGreevy de 1937 sugiere que todavía tenía que alcanzar la paz con su madre. "No le deseo nada en absoluto, ni bueno ni malo", escribe. "Soy lo que su amor salvaje hizo de mí, y es bueno que uno de nosotros lo acepte por fin. (...) Simplemente no quiero verla, escribirle ni saber de ella. (...) Si ahora llegara un telegrama diciendo que está muerta, no les haría a las Furias el favor de considerarme responsable ni siquiera de forma indirecta. Supongo que todo se reduce a decir qué mal hijo soy. Amén, entonces." La novela de Beckett Murphy , terminada en 1936, el primer trabajo en el que este autor, preso de una duda crónica sobre sí, parece haber sentido un verdadero orgullo creativo, si bien efímero (poco después la calificaría de "un trabajo muy torpe, minucioso, respetable & torpe"), se basa en su experiencia del medio terapéutico de Londres y en su lectura de la literatura psicoanalítica del momento. El protagonista es un joven irlandés que explora técnicas espirituales de retiro del mundo y alcanza su objetivo cuando se mata por accidente. De tono liviano, la novela es la respuesta de Beckett a la ortodoxia terapéutica de que el paciente debe aprender a relacionarse con el mundo en los términos del mundo. En Murphy , y más aún en la ficción madura de Beckett, las palpitaciones y los ataques de pánico, el miedo y los temblores o el olvido deliberado, son respuestas por completo apropiadas a nuestra situación existencial. Wilfrid Bion dejó luego una considerable impronta en el psicoanálisis. Durante la Segunda Guerra Mundial fue pionero en la organización de grupos de terapia con soldados que volvían del frente (él había experimentado un trauma de batalla en la Primera Guerra Mundial: "Morí el 8 de agosto de 1918", escribió en sus memorias). Al terminar la guerra se analizó con Melanie Klein. Si bien sus textos más importantes serían sobre la epistemología de las transacciones entre analista y paciente, para las que creó una notación algebraica que llamó " the Grid ", siguió trabajando con pacientes psicóticos que experimentaban un pavor irracional, muerte psíquica. En los últimos tiempos tanto los críticos literarios como los psicoanalistas prestaron más atención a Beckett y a Bion, así como a su posible influencia recíproca. No tenemos registro alguno de lo que pasó entre ambos. De todos modos, uno puede aventurarse a decir que el psicoanálisis del tipo que hizo Beckett con Bion –lo que podríamos llamar análisis protokleiniano– fue una instancia importante en su vida, no tanto porque alivió (o parece haber aliviado) sus síntomas paralizadores ni porque lo ayudó (o parece haberlo ayudado) a romper con su madre, sino porque lo confrontó, en la persona de un interlocutor, interrogador o antagonista que en muchos sentidos era su par intelectual, con un nuevo modelo de pensamiento y un modo de diálogo que no le era familiar. En términos específicos, Bion desafió a Beckett –cuya devoción por los cartesianos muestra cuánto había invertido en la idea de una mente privada, inviolable, no física– a reevaluar la prioridad exclusiva que daba al pensamiento. El Grid de Bion, que da a los procesos de la fantasía lo que les corresponde en lo relativo a la actividad mental, es, en efecto, una deconstrucción analítica del modelo de pensamiento cartesiano. En la psicología de Bion y Klein, Beckett también puede haber hallado elementos para los organismos protohumanos, los gusanos y las cabezas sin cuerpo que pueblan sus diversos submundos. Bion parece haber tenido empatía con la necesidad de las personalidades creativas del tipo de Beckett de regresar al caos y la oscuridad prerracionales como prolegómeno del acto de creación. El principal trabajo teórico de Bion, Attention and Interpretation (1970), describe una forma de presencia del analista ante el paciente, despojado de toda autoridad y función reguladora, en buena medida igual (menos las bromas) que la que el Beckett maduro adopta respecto de los seres fantasmales que hablan a través de él. Bion escribe: "Para llegar al estado de ánimo esencial para la práctica del psicoanálisis evito todo ejercicio de memoria; no tomo notas. (...) Si descubro que no tengo idea alguna de lo que está haciendo el paciente y siento la tentación de sentir que ese secreto está oculto en algo que he olvidado, resisto todo impulso de recordar..." Se sigue un procedimiento similar en relación con los deseos: evito abrigar deseos y trato de expulsarlos de la mente. Al hacerse "artificialmente ciego" (una frase de Freud que Bion cita) por medio de la exclusión de la memoria y el deseo, se logra (...) la penetrante flecha de oscuridad (que) puede dirigirse sobre los elementos oscuros de la situación analítica.
3 Si bien Beckett puede haber sentido la década de 1930 como años de bloqueo y esterilidad, en retrospectiva podemos ver que fuerzas más profundas de su interior usaron esos años para sentar las bases artísticas y filosóficas –y tal vez hasta experimentales– del gran estallido creativo que se produjo a fines de los años 40 y principios de los 50. A pesar de la indolencia por la que constantemente se castiga, Beckett acumuló una enorme cantidad de lecturas. Pero su autoeducación no era sólo literaria. En el transcurso de la década de 1930 se convirtió en un formidable conocedor de pintura, con una concentración especial en la Alemania medieval y el siglo XVII holandés. Las cartas de su visita de seis meses a Alemania versan en su mayor parte sobre arte, sobre pinturas que vio en museos y galerías, o en estudios, en el caso de artistas que no podían exponer públicamente. Esas cartas tienen un interés extraordinario y permiten vislumbrar de forma muy íntima el mundo del arte en Alemania en el apogeo de la ofensiva nazi contra el "arte degenerado" y el "bolchevismo artístico". El momento decisivo de la educación estética de Beckett tiene lugar durante la visita a Alemania, cuando se da cuenta de que es capaz de entrar en diálogo con las pinturas en sus propios términos, sin la mediación de las palabras. "Antes nunca me sentía cómodo con una imagen hasta que era literatura", le escribe a McGreevy en 1936, "pero ahora esa necesidad desapareció". Su guía aquí es Cézanne, que llegó a ver el paisaje natural como "de una extrañeza inabordable", una "disposición ininteligible de átomos", y tuvo la inteligencia de no irrumpir en su extrañeza. En Cézanne "ya no hay entrada ni comercio alguno con el bosque, sus dimensiones son su secreto & no tiene comunicaciones que hacer", escribe Beckett. Una semana después vuelve sobre el tema: Cézanne tiene un sentido de su propia inconmensurabilidad, no sólo con el paisaje, sino –a juzgar por sus autorretratos– con "la vida (...) que opera en él". Aquí resuena la primera verdadera nota de la etapa madura, posthumanista, de Beckett. 4 En cierta medida, fue casual que el irlandés Samuel Beckett terminara convirtiéndose en uno de los maestros de las letras francesas modernas. En su infancia lo enviaron a un colegio bilingüe francoinglés, no porque sus padres quisieran prepararlo para una carrera literaria, sino debido al prestigio social del francés. Dominó el francés porque tenía talento para las lenguas y, cuando las estudiaba, lo hacía de manera muy diligente. No hubo presión alguna que lo llevara a aprender alemán a los veintitantos años, más allá del hecho de que se había enamorado de una prima que vivía en Alemania. Perfeccionó su alemán hasta el punto de que no sólo pudo leer los clásicos alemanes, sino también escribir un alemán correcto si bien en exceso formal. De forma similar, aprendió suficiente castellano para publicar una traducción de poesía mexicana al inglés. Una de las preguntas recurrentes en relación con Beckett es por qué cambió el inglés por el francés como principal lengua literaria. En relación con eso, un documento revelador es una carta que le escribió –en alemán– a un joven llamado Axel Kaun, al que había conocido en el viaje a Alemania de 1936-1937. La carta es una sorpresa por la franqueza con que aborda sus propias ambiciones literarias ante alguien que le era relativamente extraño: no se muestra tan dispuesto a explicarse ni siquiera ante McGreevy. A Kaun le describe el lenguaje como un velo que el escritor moderno tiene que desgarrar si quiere llegar a lo que hay del otro lado, por más que lo que haya del otro lado pueda no ser más que silencio y nada. A ese respecto los escritores quedaron rezagados en relación con los pintores y los músicos (menciona a Beethoven y los silencios en sus partituras). Gertrude Stein, con su estilo verbal minimalista, está en lo correcto, mientras que Joyce avanza en la dirección errada, hacia "una apoteosis de la palabra". Si bien Beckett no le explica a Kaun por qué el francés sería un mejor vehículo que el inglés para la "literatura de la no palabra" a la que aspira, afirma que el "offizielles Englisch", el inglés formal o cultivado, es el mayor obstáculo para sus ambiciones. Un año después empieza a abandonar el inglés y a componer sus nuevos poemas en francés. 5 Thomas McGreevy, a quien Beckett conoció en París en 1928, era su corresponsal más fiel y más cercano a pesar de no pertenecer a su familia. James Knowlson, el biógrafo de Beckett, describe a McGreevy en términos de: "Un hombrecito atractivo que tenía un sentido del humor chispeante (...) (que) transmitía una impresión de elegancia hasta cuando, como solía pasar, no tenía ni una moneda. (...) Era tan seguro, conversador y gregario como desconfiado, callado y solitario era Beckett." Si bien McGreevy era trece años mayor que Beckett, ambos congeniaron de inmediato. Sus estilos de vida itinerantes, sin embargo, hacían que buena parte del tiempo –y por fortuna para la posteridad– sólo se mantuvieran en contacto a través de la correspondencia. Durante diez años intercambiaron cartas de forma periódica, a veces semanal. Luego, por motivos que no se explican (la carta importante de McGreevy se perdió), la correspondencia se interrumpió. McGreevy era poeta y crítico, autor de un estudio sobre T. S. Eliot. Luego de sus Poems de 1934, prácticamente abandonó la poesía y se dedicó a la crítica de arte y después a su trabajo como director de la Galería Nacional de Dublín. En Irlanda hubo una reciente recuperación del interés por él, aunque no tanto por sus logros como poeta, que son limitados, como por sus intentos de importar las prácticas del modernismo internacional al mundo introvertido de la poesía irlandesa. El propio Beckett abrigaba sentimientos ambivalentes respecto de los poemas de McGreevy. Aprobaba la poética vanguardista de su amigo, pero no coincidía con su inclinación católica y nacionalista irlandesa. El Tomo I de la correspondencia comprende más de cien cartas dirigidas a McGreevy, además de extractos de otras quince. Ningún otro corresponsal está representado en una escala comparable. En cuanto a las cartas intercambiadas con las mujeres con las que Beckett tuvo relaciones sentimentales, sólo se reproducen unas pocas, ninguna especialmente íntima, algunas arruinadas como consecuencia de un estilo gracioso muy elaborado. La razón por la cual lo que de manera laxa podríamos llamar correspondencia privada está excluida del tomo es muy simple: cuando Beckett aceptó la publicación, estipuló –estipulación que defendieron sus albaceas y que respetaron los editores actuales– que las cartas se reducirían "a aquellos pasajes relacionados sólo con (su) trabajo." El problema, por supuesto, es que en el caso de un gran escritor, o de un escritor objeto de un análisis crítico tan minucioso como Beckett, cada palabra suya puede leerse en relación con su trabajo. Sin duda llegará el día en que caduquen todas las restricciones legales y pueda tenerse acceso a la totalidad del archivo. Mientras tanto, en este tomo y en los próximos tres tendremos que conformarnos con una selección que –según prometen los editores– comprenderá unas dos mil quinientas cartas y extractos de otras cinco mil. El trabajo editorial que subyace en el proyecto es inmenso. Se rastrea y se da cuenta de cada libro que menciona Beckett, de cada pintura y cada pieza musical. Se siguen los movimientos del escritor semana a semana. Se identifica a todas las personas a las que alude y se proporcionan biografías de sus principales contactos. Cuando escribe en una lengua extranjera se nos brinda tanto el original como una traducción al inglés (excepto algún verso en francés que queda sin traducción, lo que constituye una decisión editorial desconcertante). Aproximadamente las dos terceras partes del tomo están dedicadas al aparato académico, sobre todo a comentarios explicativos. El nivel de los comentarios es excelente. Sólo encontré un error: la antipatía que sentía Beckett por el generalísimo español Franco, está representada como antipatía por Francia. Con las limitaciones que impuso el propio Beckett, The Letters of Samuel Beckett es una edición ejemplar. © The New York Review of Books y Clarín Traducción de Joaquín Ibarburu. Publicado en la Revista Ñ.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La amenaza de Andrómeda

En el clásico film de ciencia ficción "La amenaza de Andrómeda", basado en el bestseller de Michael Crichton, una enfermedad letal de origen extraterrestre, que causa una coagulación rápida y fatal de la sangre, amenaza a la humanidad.

En la vida real, que imita al arte, estas amenazas están a la orden del día. Al menos eso creen los "filántropos" que decidieron crear, a riesgo de su patrimonio, el Banco de Semillas Svalbard.
Sin embargo, siempre hay un descreído (¿un adicto a teorías conspirativas?) que sospecha que en todo esto hay algo que ignoramos.



«Bill Gates, Rockefeller y los gigantes de la biogenética saben algo que ignoramos»William Engdahl

En 2006, cuando la mayoría de las personas en una situación semejante podrían pensar en retirarse a una tranquila isla en el Pacífico, Bill Gates decidió dedicar sus energías a su Fundación Bill y Melinda Gates, la mayor fundación privada 'transparente' del mundo, como dice, con una dotación impresionante de 34.600 millones de dólares, y la necesidad legal de gastar 1.500 millones de dólares al año en proyectos benéficos en todo el mundo para mantener su condición benéfica libre de impuestos.

En 2006, un regalo de unos 30.000 millones de dólares en acciones de Berkshire Hathaway de su amigo y asociado empresarial, el mega inversionista, Warren Buffett, colocó a la fundación de Gates en la liga en la que gasta casi el monto total del presupuesto anual de la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas.

Así que cuando Bill Gates decide gastar, a través de la Fundación Gates, unos 30 millones de dólares de su bien ganado dinero en un proyecto, vale la pena considerarlo.

Ninguna empresa es más interesante en la actualidad que un curioso proyecto en uno de los sitios más remotos del mundo, Svalbard. Bill Gates invierte millones en un banco de semillas en el Mar de Barents cerca del Océano Ártico, a unos 1.100 kilómetros del Polo Norte. Svalbard es un árido trozo de roca reivindicado por Noruega y cedido en 1925 por un tratado internacional.

En esa isla dejada de la mano de Dios, Bill Gates invierte decenas de sus millones junto con la Fundación Rockefeller, Monsanto Corporation, Syngenta Foundation y el gobierno de Noruega, entre otros, en lo que llaman 'el banco semillero del día del juicio final.' Oficialmente, el proyecto se llama la Cámara Semillera Global Svalbard en la isla noruega de Spitsbergen, parte del grupo de islas Svalbard.
La cámara de semillas del día del juicio final
El banco de semillas es construido dentro de una montaña en la isla Spitsbergen cerca de la pequeña aldea Longyearbyen. Está casi listo para entrar en acción, según sus comunicados de prensa.
El banco tendrá puertas dobles a prueba de explosiones con sensores de movimiento, dos esclusas de aire, y paredes de hormigón reforzado con acero, de un metro de grosor. Contendrá hasta tres millones de variedades diferentes de semillas de todo el mundo, 'para que la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro,' según el gobierno noruego. Las semillas serán especialmente envueltas para excluir la humedad. No habrá personal a tiempo completo, la relativa inaccesibilidad de la bóveda facilitará el control de toda actividad humana posible.

¿Pasamos algo por alto? Su comunicado de prensa declaró: 'para que la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro'. ¿Qué futuro prevén los patrocinadores del banco de semillas, que amenazaría la disponibilidad global de las actuales semillas, casi todas las cuales ya están bien protegidas por bancos de semillas en todo el mundo?

Toda vez que Bill Gates, la Fundación Rockefeller, Monsanto y Syngenta se juntan en un proyecto común, vale la pena escarbar un poco más profundo, más allá de las rocas en Spitsbergen. Y encontramos algunas cosas fascinantes.

El primer punto notable es quien auspicia la bóveda de semillas del día del juicio final. A los noruegos se suman, como hemos señalado, la Fundación Bill & Melinda Gates, el gigante estadounidense del agro negocio DuPont/Pioneer Hi-Bred, uno de los mayores dueños del mundo de semillas de plantas patentadas genéticamente modificadas (OGM) y agroquímicos relacionados; Syngenta, la importante compañía de semillas y agroquímicos basada en Suiza, a través de su Fundación Syngenta; la Fundación Rockefeller, el grupo privado que creó la "revolución genética" con más de 100 millones de dólares de capital semilla desde los años setenta; CGIAR, la red global creada por la Fundación Rockefeller para promover su ideal de pureza genética mediante el cambio agrícola.


CGIAR y 'El Proyecto'

Como lo detallé en el libro " Seeds of Destruction" [Semillas de destrucción] (1), en 1960, la Fundación Rockefeller, el Consejo de Desarrollo de la Agricultura de John D. Rockefeller III y la Fundación Ford unieron fuerzas para crear el Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI) en Los Baños, en las Filipinas. En 1971, el IRRI de la Fundación Rockefeller, junto con su Centro Internacional de Mejora del Maíz y del Trigo basado en México, y otros dos centros internacionales de investigación creados por Rockefeller y la Fundación Ford, la IITA para la agricultura tropical, en Nigeria, y el IRRI para el arroz, en las Filipinas, se combinaron para formar un Grupo Consultivo global sobre la Investigación Internacional de la Agricultura (CGIAR).

CGIAR fue formado en una serie de conferencias privadas realizadas en el centro de conferencias de la Fundación Rockefeller en Bellagio, Italia. Los principales participantes en las conversaciones de Bellagio fueron George Harrar de la Fundación Rockefeller, Forrest Hill de la Fundación Ford, Robert McNamara del Banco Mundial y Maurice Strong, el organizador medioambiental internacional de la familia Rockefeller quien, como fideicomisario de la Fundación Rockefeller, organizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo en 1972. Formó parte del enfoque durante decenios de la fundación por convertir a la ciencia al servicio de la eugenesia, una versión execrable de la pureza racial, que ha sido llamada 'El Proyecto.'

Para asegurar el máximo impacto, el CGIAR incorporó a la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO), el Programa de Desarrollo de la ONU y el Banco Mundial. Por lo tanto, a través de un apalancamiento cuidadosamente planificado de sus fondos iniciales, la Fundación Rockefeller estuvo en condiciones a comienzos de los años setenta de conformar la política agrícola global. Y así lo hizo.

Financiado por generosas becas de estudio de Rockefeller y de la Fundación Ford, CGIAR aseguró que destacados científicos agrícolas y agrónomos del Tercer Mundo fueran llevados a EE.UU. para 'dominar' los conceptos de la producción del agro negocio moderno, a fin de llevarlos de vuelta a sus patrias. Al hacerlo crearon una invaluable red de influencia para la promoción del agro negocio de EE.UU. en esos países, especialmente la promoción de la "Revolución genética" OGM en los países en desarrollo, todo en nombre de la ciencia y de la agricultura eficiente de libre mercado.


¿Ingeniería genética de una raza superior?

Ahora el Banco de Semillas Svalbard se pone interesante. Pero se pone mejor. 'El Proyecto' al que me refería es el proyecto de la Fundación Rockefeller y de poderosos intereses financieros desde los años veinte para el uso de la eugenesia, rebautizada posteriormente como genética, para justificar la creación de una Raza Superior genéticamente modificada. Hitler y los nazis la llamaron la Raza Superior Aria.

La eugenesia de Hitler fue financiada considerablemente por la misma Fundación Rockefeller que actualmente construye una cámara acorazada de semillas del día del juicio final para preservar muestras de cada semilla de nuestro planeta. Ahora la cosa se vuelve verdaderamente fascinante. La misma Fundación Rockefeller creó la disciplina pseudo-científica de la biología molecular en su inexorable búsqueda de la reducción de la vida humana a "secuencias de genes definidoras" que esperaban, podrían luego ser modificadas para cambiar a voluntad las características humanas.

Los científicos eugenistas de Hitler, muchos de los cuales fueron silenciosamente llevados a EE.UU. después de la Guerra para continuar su investigación eugénica, crearon gran parte del trabajo en la que se basó la ingeniería genética de varias formas de vida, en gran parte apoyada abiertamente hasta bien avanzado el Tercer Reich por generosos subsidios de la Fundación Rockefeller. (2)

La misma Fundación Rockefeller creó la así llamada Revolución Verde, después de un viaje a México en 1946 de Nelson Rockefeller y del antiguo Secretario de Agricultura del Nuevo Trato y fundador de la Pioneer Hi-Bred Seed Company, Henry Wallace.

La Revolución Verde pretendía solucionar considerablemente el problema del hambre en el mundo en México, India y en otros países seleccionados en los que trabajaba Rockefeller. El agrónomo de la Fundación Rockefeller, Norman Borlaug, obtuvo un Premio Nobel de la Paz por su trabajo, aunque no es algo de lo que alguien se pueda enorgullecer si gente como Henry Kissinger también lo comparten.

En realidad, como quedó en claro años más tarde, la Revolución Verde fue un brillante ardid de la familia Rockefeller para desarrollar un agro negocio globalizado que luego podría monopolizar igual como lo había hecho medio siglo antes con la industria petrolera mundial. Como declarara Henry Kissinger en los años setenta: "Si se controla el petróleo, se controla el país; si se controlan los alimentos, se controla a la población."

El agro negocio y la Revolución Verde de Rockefeller iban de la mano. Formaban parte de una grandiosa estrategia que incluía el financiamiento por la Fundación Rockefeller de la investigación para el desarrollo de la ingeniería genética de plantas y animales unos pocos años más tarde.

John H. Davis había sido Secretario de Agricultura Adjunto bajo el presidente Dwight Eisenhower a comienzos de los años cincuenta. Abandonó Washington en 1955 y fue a la Escuela de Postgrado de Administración de Empresas de Harvard, un sitio poco usual para un experto en agricultura en esos días. Tenía una estrategia bien definida. En 1956, Davis escribió un artículo en la Harvard Business Review en el que declaró que "la única manera de resolver de una vez por todas el así llamado problema agrícola, y de evitar engorrosos programas gubernamentales, es pasar de la agricultura al agro negocio." Sabía precisamente lo que se proponía, aunque pocos tenían la menor idea en aquel entonces – una revolución en la producción agrícola que concentrara el control de la cadena alimentaria en manos corporativas multinacionales, lejos del agricultor familiar tradicional. (3)

Un aspecto crucial que impulsaba el interés de la Fundación Rockefeller y de las compañías de agro negocios de EE.UU. era el hecho de que la Revolución Verde se basaba en la proliferación de nuevas semillas híbridas en los mercados en desarrollo. Un aspecto vital de las semillas híbridas era su falta de capacidad reproductiva. Las híbridas incorporaban una protección contra la multiplicación.

A diferencia de especies normales polinizadas abiertamente, cuyas semillas permitían rendimientos similares a los de sus progenitores, el rendimiento de las semillas dadas por plantas híbridas era significativamente inferior al de la primera generación.

Esa característica de rendimiento disminuyente de las híbridas significa que los agricultores deben normalmente comprar semillas cada año a fin de obtener altos rendimientos. Además, el reducido rendimiento de la segunda generación eliminó el comercio en semillas que es a menudo realizado por productores de semillas sin la autorización del cultivador. Impidió la redistribución de las semillas del cultivo comercial por intermediarios.

Si las grandes compañías semilleras multinacionales podían controlar las líneas paternales de semillas en casa, ningún competidor o agricultor podría producir la semilla híbrida. La concentración global de patentes de semillas híbridas en un puñado de gigantescas compañías semilleras, dirigidas por Pioneer Hi-Bred de DuPont y Dekalb de Monsanto estableció la base para la ulterior revolución de la semilla OGM. (4)

En efecto, la introducción de la tecnología agrícola moderna estadounidense, de fertilizantes químicos y semillas híbridas comerciales, contribuyeron en conjunto a hacer que los agricultores locales en los países en desarrollo, particularmente los mayores, más establecidos, dependieran del aporte del agro negocio y de las compañías petroquímicas, en su mayoría estadounidenses. Fue un primer paso en lo que se convertiría en un proceso cuidadosamente planificado, que duró décadas.

Bajo la Revolución Verde, el agro negocio hizo importantes avances en mercados que previamente ofrecían un acceso limitado a los exportadores de EE.UU. La tendencia fue posteriormente apodada "agricultura orientada al mercado." En realidad se trataba de agricultura controlada por el agro negocio.

Mediante la Revolución Verde, la Fundación Rockefeller y posteriormente la Fundación Ford, trabajaron mano en mano conformando y apoyando los objetivos de política exterior de la Agencia por el Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID) y de la CIA.

Un importante efecto de la Revolución fue la despoblación del campo de campesinos que fueron obligados a huir a los barrios de chabolas alrededor de las ciudades en una búsqueda desesperada de trabajo. No fue por accidente. Formaba parte de un plan para crear reservas de mano de obra barata para futuras manufacturas multinacionales de EE.UU., la 'globalización' de los últimos años.

Cuando terminó el autobombo alrededor de la Revolución Verde, los resultados fueron bastante diferentes de lo que se había prometido. Surgieron problemas por el uso indiscriminado de los nuevos pesticidas químicos, a menudo con serias consecuencias para la salud. Con el pasar del tiempo el monocultivo de nuevas variedades de semillas híbridas redujo la fertilidad del suelo y el rendimiento. Los primeros resultados fueron impresionantes; rendimientos dobles o incluso triples de algunos cultivos tales como el trigo y después el maíz en México. Pero eso pronto se desvaneció.

La Revolución Verde fue típicamente acompañada por grandes proyectos de irrigación que a menudo incluían préstamos del Banco Mundial para construir nuevas inmensas represas, y en la inundación de áreas previamente habitadas y de tierras fértiles al hacerlo. El súper-trigo también produjo mayores rendimientos saturando el suelo con inmensas cantidades de fertilizante por hectárea, y el fertilizante era producto de nitratos y de petróleo, materias primas controladas por las Siete Hermanas, importantes compañías petroleras controladas por los Rockefeller.

También se utilizaron inmensas cantidades de herbicidas y pesticidas, creando mercados adicionales para los gigantes del petróleo y de la química. Como lo describió un analista, en efecto, la Revolución Verde fue sólo una revolución química. En ningún momento podrían las naciones en desarrollo pagar por las inmensas cantidades de fertilizantes químicos y pesticidas. Obtendrían los créditos por cortesía del Banco Mundial y préstamos especiales de Chase Bank y otros grandes bancos de Nueva York, respaldados por garantías del gobierno de EE.UU.

Aplicados en una gran cantidad de países en desarrollo, esos préstamos fueron recibidos sobre todo por grandes terratenientes. Para los pequeños campesinos la situación se desarrolló de otra manera. Los pequeños agricultores campesinos no podían permitirse los productos químicos y otros insumos modernos y tenían que pedir prestado dinero.

Varios programas gubernamentales trataron inicialmente de suministrar algunos préstamos a los agricultores para que pudieran adquirir semillas y fertilizantes. Los agricultores que no pudieron participar en este tipo de programa tuvieron que pedir prestado dinero del sector privado. Por las exorbitantes tasas de interés para préstamos informarles, numerosos agricultores pequeños ni siquiera obtuvieron los beneficios de los altos rendimientos iniciales. Después de la cosecha, tuvieron que vender la mayor parte, si no todos sus productos, para pagar préstamos e intereses. Llegaron a depender de prestamistas y comerciantes y a menudo perdieron sus tierras. Incluso con préstamos a condiciones favorables de agencias gubernamentales, la plantación de cultivos de subsistencia cedió ante la producción de cultivos comerciales. (5)

Desde decenios los mismos intereses, que incluyen a la Fundación Rockefeller que respaldó la Revolución Verde inicial, han trabajado para promover una segunda "Revolución Genética" como el presidente de la Fundación Rockefeller, Gordon Conway, la llamó hace varios años: la difusión de la agricultura industrial y de insumos comerciales incluyendo las semillas patentadas OGM.


Gates, Rockefeller y una Revolución Verde en África
Si se tiene presente el verdadero antecedente de la Revolución Verde de la Fundación Rockefeller en los años cincuenta, se hace especialmente extraño que esa misma Fundación Rockefeller junto con la Fundación Gates, que invierte millones de dólares para preservar cada semilla contra un posible escenario "del día del juicio final," también estén invirtiendo millones en un proyecto llamado "Alianza por una Revolución Verde en África."

AGRA, como se llama, es una vez más una alianza con la misma Fundación Rockefeller que creó la "Revolución Genética." Una mirada al Consejo Directivo de AGRA lo confirma.

Incluye nada menos que al ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan, como presidente. En su discurso de aceptación en un evento del Foro Económico Mundial en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en junio de 2007, Kofi Annan declaró: "Acepto este desafío con gratitud a la Fundación Rockefeller, a la Fundación Bill & Melinda Gates, y a todos los demás que apoyan nuestra campaña africana."

El consejo de AGRA cuenta además con un sudafricano, Strive Masiyiwa, quien es un Fideicomisario de la Fundación Rockefeller. Incluye a Sylvia M. Mathews de la Fundación Bill & Melinda Gates; Mamphela Ramphele, ex directora gerente del Banco Mundial (2000 – 2006); Rajiv J. Shah de la Fundación Gates Foundation; Nadya K. Shmavonian de la Fundación Rockefeller; Roy Steiner de la Fundación Gates. Además, la Alianza para AGRA incluye a Gary Toenniessen, director gerente de la Fundación Rockefeller y a Akinwumi Adesina, director asociado, de la Fundación Rockefeller.

Para completar la rueda, los Programas para AGRA incluyen a Peter Matlon, director gerente de la Fundación Rockefeller; Joseph De Vries, director del Programa para Sistemas de Semillas de África y director asociado de la Fundación Rockefeller; Akinwumi Adesina, director asociado de la Fundación Rockefeller. Como la antigua Revolución Verde fracasada en India y México, la nueva Revolución Verde en África es evidentemente una importante prioridad de la Fundación Rockefeller.

Mientras hasta la fecha tratan de no llamar la atención, se considera que Monsanto y los principales gigantes del negocio de los OGM están en medio del uso de la AGRA de Kofi Annan para difundir sus semillas OGM patentadas por toda África bajo la engañosa etiqueta de 'biotecnología,' el nuevo eufemismo para semillas patentadas genéticamente modificadas. Hasta la fecha, Sudáfrica es el único país africano que permite la plantación legal de cultivos de OGM. En 2003 Burkina Faso autorizó pruebas con OGM. En 2005 Ghana, de Kofi Annan, preparó legislación de bioseguridad y responsables clave expresaron sus intenciones de continuar la investigación de cultivos OGM.

África es el próximo objetivo de la campaña del gobierno de EE.UU. por extender los OGM a todo el mundo. Sus ricos suelos la convierten en un candidato ideal. No sorprende que numerosos gobiernos africanos sospechen lo peor de los padrinos de los OGM ya que una multitud de proyectos de modificación genética y de bioseguridad han sido iniciados en África, con el objetivo de introducir los OGM en los sistemas agrícolas africanos. Estos incluyen patrocinios ofrecidos por el gobierno de EE.UU. para capacitar en EE.UU. a científicos africanos en ingeniería genética, proyectos de bioseguridad financiados por la Agencia de Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID) y el Banco Mundial; la investigación en OGM involucrando cultivos alimentarios indígenas africanos.

La Fundación Rockefeller ha estado trabajando durante años para promover, en gran parte infructuosamente, proyectos por introducir los OGM en los campos de África. Ha respaldado investigación que apoya la aplicabilidad del algodón OGM en las llanuras de Makhathini en Sudáfrica.

Monsanto, que tiene un punto de apoyo sólido en la industria semillera de Sudáfrica, tanto en OGM como en híbridas, ha concebido un ingenioso programa para minifundistas conocido como la Campaña de las 'Semillas de la Esperanza,' que está introduciendo un paquete 'revolución verde' a agricultores pobres en pequeña escala, seguido, por cierto, por semillas OGM patentadas de Monsanto. (6)

Syngenta AG de Suiza, uno de los "Cuatro Jinetes del día del juicio final OGM" está lanzando millones de dólares a una nueva instalación de invernaderos en Nairobi, para desarrollar maíz OGM resistente a los insectos. Syngenta también forma parte de CGIAR. (7)


Pasamos a Svalbard
¿Se trata simplemente de un descuido filosófico? ¿Qué lleva a las fundaciones Gates y Rockefeller a respaldar al mismo tiempo la proliferación en toda África de semillas Terminator patentadas y a punto de ser patentadas, un proceso que, como ha sucedido en todos los demás sitios en el planeta, destruye las variedades de semillas de plantas al introducir el agro negocio del monocultivo industrializado? Al mismo tiempo, invierten decenas de millones de dólares para preservar toda variedad de semillas conocida en una cámara del día del juicio final a prueba de bombas cerca del remoto Círculo Ártico 'para que la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro' para citar su comunicado oficial.

No es por accidente que las fundaciones Rockefeller y Gates se unan para impulsar una Revolución Verde al estilo OGM en África al mismo tiempo que financian silenciosamente la 'cámara de semillas del Día del juicio final' en Svalbard. Los gigantes del agro negocio están metidos hasta el cuello en el proyecto Svalbard.

Por cierto, toda la operación Svalbard y la gente involucrada recuerdan las peores imágenes catastróficas del éxito de ventas de Michael Crichton: "La Amenaza De Andromeda," una película de suspenso de ciencia ficción en la que una enfermedad letal de origen extraterrestre causa una coagulación rápida y fatal de la sangre que amenaza a toda la especie humana.

En Svalbard, el depósito más seguro de semillas del mundo del futuro será guardado por los policías de la Revolución Verde OGM – las fundaciones Rockefeller y Gates, Syngenta, DuPont y CGIAR.

El proyecto Svalbard será operado por una organización llamada Fundación mundial por la diversidad de los cultivos (GCDT). ¿Quiénes son para poseer una responsabilidad tan impresionante sobre todas las variedades de semillas del planeta? La GCDT fue fundada por la FAO y Bioversity International (anteriormente el Instituto Internacional de Investigación Genética de Plantas), un vástago de la CGIAR.

La Fundación mundial por la diversidad de los cultivos (GCDT) está basada en Roma. Su consejo es presidido por Margaret Catley-Carlson, canadiense, quien también está en el consejo consultivo de Group Suez Lyonnaise des Eaux, una de las mayores compañías privadas de aguas del mundo. Catley-Carlson también fue presidente hasta 1998 del Population Council, basado en Nueva York, la organización de reducción de la población de John D. Rockefeller, establecida en 1952, para hacer progresar el programa de eugenesia de la familia Rockefeller bajo la cobertura de promover la "planificación familiar," dispositivos de contracepción, esterilización y "control de la población" en los países en desarrollo.

Otros miembros del consejo de GCDT incluyen al antiguo ejecutivo del Bank of America y actualmente jefe de Animación de Hollywood DreamWorks, Lewis Coleman. Coleman es también jefe del consejo director de Northrup Grumman Corporation, uno de los principales contratistas del Pentágono en la industria militar de EE.UU.

Jorio Dauster (Brasil) es también presidente del consejo de Brasil Ecodiesel. Es ex embajador de Brasil en la Unión Europea, y negociador jefe de la deuda externa de Brasil para el Ministerio de Finanzas. Dauster también ha servido como presidente del Instituto Brasileño del Café y como coordinador del Proyecto por la Modernización del sistema de patentes de Brasil, que involucra la legalización de patentes sobre semillas genéticamente modificadas, algo que hasta hace poco estaba prohibido por las leyes brasileñas.

Cary Fowler es director ejecutivo de la Fundación. Fowler fue profesor y director de investigación en el Departamento de Estudios del Medioambiente Internacional y de Desarrollo en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida. También fue consejero sénior del director general de Bioversity International. Allí representó a los Future Harvest Centres del CGIAR en negociaciones sobre el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura. En los años noventa, dirigió el Instituto Internacional de Recursos Fitogenéticos (IPGRI), en la FAO. Redactó y supervisó las negociaciones del Plan de acción mundial para la conservación y la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura de la FAO, adoptado por 150 países en 1996.

Es ex miembro del Consejo Nacional de Recursos Fitogenéticos de EE.UU. y del Consejo de Administración del Centro Internacional de Mejora del Maíz y del Trigo en México, otro proyecto de la Fundación Rockefeller y del CGIAR.

El miembro del consejo del GCDT, Dr. Mangala Rai de India, es secretario del Departamento de Investigación y Educación Agrícola de India (DARE), y director general del Consejo Indio de Investigación Agrícola (ICAR). También es miembro del consejo del Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI) de la Fundación Rockefeller, que promovió el primer experimento de importancia con OGM del mundo, el tan exageradamente promocionado 'Arroz de oro' que resultó ser un fracaso. Rai ha servido como miembro del consejo de CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo), y miembro del Consejo Ejecutivo del CGIAR.

Los donantes o ángeles financistas de la Fundación Global de Diversidad de los Cultivos incluyen también, para utilizar las palabras clásicas de Humphrey Bogart en Casablanca: "a todos los sospechosos usuales." Junto a las fundaciones Rockefeller y Gates, los donantes incluyen a los gigantes de los OGM DuPont-Pioneer Hi-Bred, Syngenta of Basle Switzerland, CGIAR y a la Agencia, favorable a los OGM, por la Ayuda al Desarrollo (USAID) enérgicamente promovida por el Departamento de Estado. Parece, por cierto, que tenemos a los zorros de las OGM y de la reducción de la población protegiendo al gallinero de la humanidad, el almacén de la diversidad global de semillas en Svalbard. (8)


¿Por qué Svalbard justo ahora?
Podemos legítimamente preguntar por qué Bill Gates y la Fundación Rockefeller junto con los principales genéticos del agro negocio de la modificación genética como DuPont y Syngenta, junto con el CGIAR, están construyendo la cámara de semillas del día del juicio final en el Ártico.

En primer lugar, ¿quién utiliza un banco de semillas semejante? Los cultivadores e investigadores de plantas son los principales utilizadores de bancos de genes. Los principales cultivadores de plantas de la actualidad son Monsanto, DuPont, Syngenta y Dow Chemical, los gigantes globales de las patentes de plantas OGM. Desde comienzos de 2007 Monsanto tiene derechos de patentes mundiales junto con el gobierno de EE.UU. para la planta así llamada "Terminator" o GURT (acrónimo inglés de Grupo de Tecnologías de Restricción de Uso).

Terminator es una siniestra tecnología mediante la cual una semilla comercial patentada se 'suicida' después de una cosecha. El control por las compañías semilleras privadas es total.

Un tal control y poder sobre la cadena alimentaria nunca ha existido previamente en la historia de la humanidad.

Esta variedad Terminator astutamente modificada genéticamente obliga a los agricultores a volver cada año a Monsanto o a otros proveedores de semillas OGM para conseguir nuevas semillas para arroz, soya, maíz, trigo, cualquier cultivo que necesiten para alimentar a su población. Si fuera ampliamente introducida en todo el mundo, posiblemente podría convertir en una década o algo así a la mayor parte de los productores de alimentos del mundo en nuevos siervos feudales esclavizados por tres o cuatro compañías semilleras gigantes como Monsanto, DuPont o Dow Chemical.

Eso, desde luego, podría también abrir la puerta para que esas compañías privadas, tal vez bajo órdenes de su gobierno anfitrión, Washington, nieguen las semillas a uno u otro país en desarrollo cuya política se pueda volver contra la de Washington. Los que dicen: "No puede pasar aquí" harían bien en estudiar más de cerca lo que pasa actualmente en el mundo. La simple existencia de esa concentración de poder en tres o cuatro gigantes del agro negocio privado basados en EE.UU. es motivo suficiente para prohibir legalmente todos los cultivos OGM, incluso si sus ventajas en la cosecha fueran reales, lo que manifiestamente no es el caso.

No se puede decir que esas compañías privadas: Monsanto, DuPont, Dow Chemical tengan antecedentes inmaculados en términos de manejo de la vida humana. Desarrollaron y proliferaron invenciones como la dioxina, los PCB, el Agente Naranja. Encubrieron durante décadas evidencia obvia de consecuencias carcinogénicas u otras severas para la salud humana del uso de productos químicos tóxicos. Han enterrado informes científicos serios de que el herbicida más generalizado del mundo, glifosato, el ingrediente esencial en el herbicida Roundup de Monsanto vinculado a la compra de la mayoría de las semillas genéticamente modificadas de Monsanto, es tóxico cuando se escurre al agua potable. (9) Dinamarca prohibió el glifosato en 2003 cuando confirmó que ha contaminado el agua subterránea del país. (10)

La diversidad almacenada en bancos genéticos de semillas es la materia prima para el cultivo de plantas y para una gran parte de la investigación biológica básica. Varios cientos de miles de muestras son distribuidas cada año con esos propósitos. La FAO de la ONU enumera unos 1.400 bancos de semillas en todo el mundo, el mayor es el del gobierno de EE.UU. Otros grandes bancos son mantenidos por China, Rusia, Japón, India, Corea del Sur, Alemania y Canadá en orden de tamaño descendiente. Además, CGIAR opera una cadena de bancos de semillas en centros seleccionados en todo el mundo.

CGIAR, establecido en 1972 por la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford para propagar su modelo del agro negocio de la Revolución Verde, controla la mayor parte de los bancos de semillas privados desde las Filipinas a Siria, a Kenia. En total esos bancos de semillas actuales tienen más de seis millones y medio de variedades de semillas, casi dos millones de las cuales son 'diferentes.' La cámara del día del juicio final de Svalbard tendrá capacidad para albergar cuatro millones y medio semillas diferentes.


¿Los OGM como arma de la guerra biológica?
Ahora llegamos al centro del peligro y al potencial para abuso inherentes en el proyecto Svalbard de Bill Gates y de la Fundación Rockefeller. ¿Puede el desarrollo de semillas patentadas para la mayoría de los principales cultivos de subsistencia del mundo como ser arroz, maíz, trigo, y granos alimenticios como la soya, ser utilizado en última instancia en una forma horrible de guerra biológica?

El objetivo explícito del lobby de la eugenesia financiado desde los años veinte por acaudaladas familias de la elite como los Rockefeller, Carnegie, Harriman y otros, ha encarnado lo que llamaron 'eugenesia negativa:' acabar sistemáticamente con linajes indeseables. Margaret Sanger, una eugenicista diligente, fundadora de la Federación Internacional para la Planificación Familiar e íntima de la familia Rockefeller, creó en 1939 algo llamado el "Proyecto negro," basado en Harlem, que, como confió en una carta a un amigo, todo lo que se proponía era, como dijera, 'que queremos exterminar a la población negra.' [11]

Una pequeña compañía de biotecnología de California, Epicyte, anunció en 2001 el desarrollo de maíz genéticamente modificado que contenía un espermicida que esterilizaba el semen de los hombres que lo comían. En esa época, Epicyte tenía un acuerdo de sociedad conjunta para propagar su tecnología con DuPont y Syngenta, dos de los patrocinadores de la cámara de Semillas del día del juicio final en Svalbard. Posteriormente, Epicyte fue adquirida por una compañía de biotecnología de Carolina del Norte. Fue sorprendente saber que Epicyte había desarrollado su maíz OGM espermicida con fondos de investigación del Departamento de Agricultura de EE.UU. [USDA], el mismo que, a pesar de la oposición mundial, siguió financiando el desarrollo de la tecnología Terminator, ahora en manos de Monsanto.

En los años noventa, la Organización Mundial de la Salud de la ONU lanzó una campaña para vacunar a millones de mujeres en Nicaragua, México y las Filipinas entre las edades de 15 y 45 años, supuestamente contra el tétano, una enfermedad que resulta de cosas como pisar un clavo oxidado. La vacuna no fue suministrada a hombres o muchachos, a pesar de que presumiblemente es tan probable que pisen sobre clavos oxidados como las mujeres.

Por esta curiosa anomalía, el Comité Pro Vida de México, una organización católica laica entró en sospechas e hizo que se realizaran pruebas con muestras de la vacuna. Los ensayos revelaron que la vacuna contra el tétano propagada por la OMS sólo para las mujeres de edad de procrear contenían Gonadotropina Coriónica o hCG, una hormona natural que cuando es combinada con un portador de anatoxina tetánica estimula anticuerpos que hacen que una mujer sea incapaz de sustentar un embarazo. No se informó a ninguna de las mujeres vacunadas.

Más adelante se supo que la Fundación Rockefeller junto con el Consejo de la Población de Rockefeller, el Banco Mundial (casa del CGIAR), y el Instituto Nacional de Salud de EE.UU. habían estado involucrados en un proyecto de 20 años de duración iniciado en 1972 para desarrollar la encubierta vacuna abortiva con un portador de tétano para la OMS. Además, el gobierno de Noruega, anfitrión de la cámara de Semillas del día del juicio final de Svalbard, donó 41 millones de dólares para desarrollar la vacuna abortiva especial contra el tétano. (12)

¿Será coincidencia que esas mismas organizaciones, desde Noruega, a la Fundación Rockefeller, al Banco Mundial, estén también involucradas con el proyecto del banco de semillas en Svalbard? Según el profesor Francis Boyle, quien redactó la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas de 1989 promulgada por el Congreso de EE.UU.: "el Pentágono se prepara ahora para librar y ganar la guerra biológica" como parte de dos directivas de estrategia nacional de Bush adoptadas, señala, "sin conocimiento y estudio público" en 2002. Boyle agrega que sólo en 2001-2004 el gobierno federal de EE.UU. gastó 14.500 millones de dólares en trabajo civil relacionado con la guerra biológica, una suma asombrosa.

El biólogo de la Universidad Rutgers, Richard Ebright, estima que más de 300 instituciones científicas y unos 12.000 individuos en EE.UU. tienen actualmente acceso a patógenos adecuados para la guerra biológica. Hay 497 subsidios de los NIH (Institutos Nacionales de la Salud) de EE.UU. sólo para investigación de enfermedades infecciosas con potencial para la guerra biológica. Por cierto esto es justificado bajo la rúbrica de la defensa contra posibles ataques terroristas como tantas cosas en la actualidad.

Muchos de los dólares del gobierno de EE.UU. gastados en la investigación para la guerra biológica tienen que ver con la ingeniería genética. El profesor de biología del MIT, Jonathan King, dice que "los crecientes programas de bioterror representan un importante peligro emergente para nuestra propia población." King agrega: "mientras tales programas son siempre llamados defensivos, con armas biológicas, los programas defensivos y ofensivos se entrecruzan casi por completo." (13)

El tiempo dirá si, Dios no lo quiera, el banco de semillas del día del juicio final de Svalvard de Bill Gates y la Fundación Rockefeller forma parte de otra Solución Final, involucrando la extinción del difunto, gran planeta Tierra.

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F. William Engdahl, investigador asociado del Centro de Investigación sobre la Globalización (Centre for Research on Globalization (CRG)) es uno de los principales analistas del Nuevo Orden Mundial. Es autor de A Century of War: Anglo-American Oil Politics and the New World Order, publicado por Pluto Press Ltd. Su nuevo libro, Seeds of Destruction, The Hidden Agenda of Genetic Manipulation, estará disponible en Global Research muy pronto. Sus escritos pueden ser consultados en www.engdahl.oilgeopolitics.net y en Global Research